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Leon Trotsky

PROGRAMA DE TRANSICI�N

LA AGON�A DEL CAPITALISMO Y LAS TAREAS DE LA IV INTERNACIONAL

(1938)


 


Escrito: Por León Trotsky, en 1938.
Versión digital: Partido Obrero Socialista Internacionalista, España, 2002.
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero de 2003 (corregida el 25 de mayo de 2006)



LAS PREMISAS OBJETIVAS DELA REVOLUCI�N SOCIALISTA

La situaci�n pol�tica mundial del momento, se caracteriza, ante todo, por la crisis hist�rica de la direcci�n del proletariado.

La premisa econ�mica de la revoluci�n proletaria ha llegado hace mucho tiempo al punto m�s alto que le sea dado alcanzar balo el capitalismo. Las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer. Las nuevas invenciones y los nuevos progresos t�cnicos no conducen a un acrecentamiento de la riqueza material. Las crisis de coyuntura, en las condiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista, aportan a las masas privaciones y sufrimientos siempre mayores. El crecimiento de la desocupaci�n ahonda a su vez la crisis financiera del Estado y mina los sistemas monetarios vacilantes. Los gobiernos, tanto democr�ticos como fascistas, van de una quiebra a la otra.

La burgues�a misma no ve una salida. En los pa�ses en que se vio obligada a hacer su �ltima postura sobre la carta del fascismo marcha ahora con los ojos vendados hacia la cat�strofe econ�mica y militar. En los pa�ses hist�ricamente privilegiados, vale decir, aquellos en que pueden a�n permitirse el lujo de la democracia a cuenta de la acumulaci�n nacional anterior (Gran Breta�a, Francia, Estados Unidos) todos los partidos tradicionales del capital se encuentran en un estado de confusi�n que raya, por momentos, con la par�lisis de la voluntad. El � New Deal,� pese al car�cter resuelto que ostentaba en el primer per�odo s�lo representa una forma particular de confusi�n, posible en un pa�s donde la burgues�a ha podido acumular inmensas riquezas. La crisis actual que est� lejos a�n de haber completado su curso, ha podido demostrar ya que la pol�tica del � New Deal �, en los EE.UU. como la pol�tica del frente popular en Francia, no ofrece salida alguna del impasse econ�mico.

El cuadro de las relaciones internacionales no tiene mejor aspecto. Bajo la creciente presi�n de ocaso capitalista los antagonismos imperialistas han alcanzado el l�mite m�s all� del cual los conflictos y explosiones sangrientas (Etiop�a, Espa�a, Extremo Oriente, Europa Central...) deben confundirse infaliblemente en un incendio mundial. En verdad la burgues�a percibe el peligro mortal que una nueva guerra representa para su dominaci�n, pero es actualmente infinitamente menos capaz de prevenirla que en v�speras de 1914.

Las charlataner�as de toda especie seg�n las cuales las condiciones hist�ricas no estar�an todav�a � maduras � para el socialismo no son sino el producto de la ignorancia o de un enga�o consciente. Las condiciones objetivas de la revoluci�n proletaria no s�lo est�n maduras sino que han empezado a descomponerse. Sin revoluci�n social en un pr�ximo per�odo hist�rico, la civilizaci�n humana est� bajo amenaza de ser arrasada por una cat�strofe. Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia revolucionaria La crisis hist�rica de la humanidad se reduce a la direcci�n revolucionaria.

 

 

EL PROLETARIADO Y SU DIRECCION

La econom�a, el Estado, la pol�tica de la burgues�a y sus relaciones internacionales est�n profundamente afectadas por la crisis social que caracteriza la situaci�n pre�-revolucionaria de la sociedad. El principal obst�culo en el camino de la transformaci�n de la situaci�n pre-revolucionaria en revolucionaria consiste en el car�cter oportunista de la direcci�n proletaria, su cobard�a peque�o-burguesa y la traidora conexi�n que mantiene con ella en su agon�a.

En todos los pa�ses el proletariado est� sobrecogido por una profunda inquietud. Grandes masas de millones de hombres vienen incesantemente al movimiento revolucionario, pero siempre tropiezan en ese camino con el aparato burocr�tico, conservador de su propia direcci�n.

El proletariado espa�ol ha hechos desde abril de 1931 una serie de tentativas heroicas para tomar en sus manos el poder y la direcci�n de los destinos de la sociedad. No obstante, sus propios partidos (social-dem�cratas, stalinistas, anarquistas y POUM) cada cual a su manera han actuado a modo de freno y han preparado as� el triunfo de Franco.

En Francia, la poderosa ola de huelgas con ocupaci�n de las f�bricas, particularmente en junio de 1936, mostr� bien a las claras que el proletariado estaba dispuesto a derribar el sistema capitalista. Sin embargo, las organizaciones dirigentes, socialistas, stalinistas y sindicalistas, lograron bajo la etiqueta del Frente Popular, canalizar y detener, por lo menos moment�neamente, el torrente revolucionario.

La marca sin precedentes de huelgas con ocupaci�n de f�bricas y el crecimiento prodigiosamente r�pido de los sindicatos industriales en los EE.UU. (el movimiento de la C.I.O.) son la expresi�n m�s indiscutible de la aspiraci�n m�s instintiva de los obreros americanos a elevarse a la altura de la misi�n que la historia les ha asignado. Sin embargo, aqu� tambi�n las organizaciones dirigentes, incluso la C.I.O. de reciente creaci�n, hacen todo lo que pueden para detener y paralizar la ofensiva revolucionaria de las masas.

El paso definitivo de la I.C. hacia el lado del orden burgu�s, su papel c�nicamente contra-revolucionario en el mundo entero, particularmente en Espa�a, en Francia, en Estados Unidos y en los otros pa�ses �democr�ticos�, ha creado extraor�dinarias dificultades suplementarias al proletariado mundial. Bajo el signo de la revoluci�n de octubre, la pol�tica conservadora de los �Frentes Populares� conduce a la clase obrera a la impotencia y abre el camino al fascismo.

Los �Frentes Populares� por una parte, el fascismo por otra, son los �ltimos recursos pol�ticos del imperialismo en la lucha contra la revoluci�n proletaria. No obstante, desde el punto de vista hist�rico, ambos recursos no son sino una ficci�n. La putrefacci�n del capitalismo continuar� tambi�n bajo el gorro frigio en Francia como bajo el signo de la sw�stica en Alemania. S�lo el derrumbe de la burgues�a puede constituir una salida.

La orientaci�n de las masas est� determinada, por una parte, por las condiciones objetivas del capitalismo en descomposici�n, y de otra, por la pol�tica de traici�n de las viejas organizaciones obreras. De estos dos factores el factor decisivo, es, por supuesto, el primero; las leyes de la historia son m�s poderosas que los aparatos burocr�ticos. Cualquiera que sea la diversidad de m�todos de los social traidores (de la legislaci�n �social� de Blum a las falsificaciones judiciales de Stalin), no lograr�n quebrar la voluntad revolucionaria del proletariado. Cada vez en mayor escala, sus esfuerzos desesperados para detener la rueda de la historia demostrar�n a las masas que la crisis de la direcci�n del proletariado, que se ha transformado en la crisis de la civilizaci�n humana, s�lo puede ser resuelta por la IV Internacional.

 

 

EL PROGRAMA M�NIMO Y EL PROGRAMA DE TRANSICION

La tarea estrat�gica del pr�ximo per�odo -per�odo pre-revolucionario de agitaci�n , propaganda y organizaci�n- consiste en superar la contradicci�n entre la madurez de las condiciones objetivas de la revoluci�n y la falta de madurez del proletariado y de su vanguardia (confusi�n y descorazonamiento de la vieja direcci�n, falta de experiencia de la joven). Es preciso ayudar a la masa, en el proceso de la lucha, a encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa de la revoluci�n socialista. Este puente debe consistir en un sistema de reivindicaciones transitorias, partiendo de las condiciones actuales y de la conciencia actual de amplias capas de la clase obrera a una sola y misma conclusi�n: la conquista del poder por el proletariado.

La social-democracia cl�sica que despleg� su acci�n en la �poca del capitalismo progresivo, divid�a su programa en dos partes independientes una de otra; el programa m�nimo, que se limitaba a algunas reformas en el cuadro de la sociedad burguesa y el programa m�ximo, que promet�a para un porvenir indeterminado el reemplazo del capitalismo por el socialismo. Entre el programa m�ximo y el programa m�nimo no exist�a puente alguno. La social-democracia no ten�a necesidad de ese puente, porque s�lo hablaba de socialismo los d�as de fiesta.

La Internacional Comunista ha entrado en el camino de la social democracia en la �poca del capitalismo en descomposici�n, cuando a �ste no le es posible tratar de reformas sociales sistem�ticas, ni de la elevaci�n del nivel de vida de las masas; cuando la burgues�a retoma cada vez con la mano derecha el doble de los que diera con la izquierda (impuestos, derechos aduaneros, inflaci�n "deflaci�n", vida cara, desocupa�ci�n, reglamentaci�n polic�aca de las huelgas, etc.); cuando cualquier reivindicaci�n seria del proletariado y hasta cualquier reivindicaci�n progresiva de la peque�a burgues�a, conducen inevitablemente m�s all� de los l�mites de la propiedad capitalista y del Estado burgu�s.

El objetivo estrat�gico de la IV Internacional no consiste en reformar el capitalismo, sino en derribarlo. Su finalidad pol�tica es la conquista del poder por el proletariado para realizar la expropiaci�n de la burgues�a. Sin embargo, la obtenci�n de este objetivo estrat�gico es inconcebible sin la m�s cuidadosa de las actitudes respecto de todas las cuestiones de t�ctica, inclusive las peque�as y parciales.

Todas las fracciones del proletariado, todas sus capas, profesionales y grupos deben ser arrastradas al movimiento revolucionario. Lo que distingue a la �poca actual, no es que exima al partido revolucionario del trabajo prosaico de todos los d�as, sino que permite sostener esa lucha en uni�n indisoluble con los objetivos de la revoluci�n

La IV Internacional no rechaza las del viejo programa �m�nimo� en la medida en que ellas han conservado alguna fuerza vital. Defiende incansablemente los derechos democr�ticos de los obreros y sus conquistas sociales, pero realiza este trabajo en el cuadro de una perspectiva correcta, real, vale decir, revolucionaria. En la medida en que las reivindicaciones parciales ��m�nimum�- de las masas entren en conflicto con las tendencias destructivas y degradantes del capitalismo decadente -y eso ocurre a cada paso, la IV Internacional auspicia un sistema de reivindicaciones transitorias, cuyo sentido es el de dirigirse cada vez m�s abierta y resueltamente contra las bases del r�gimen burgu�s. El viejo �programa m�nimo� es constantemente superado por el programa de transici�n cuyo objetivo consiste en una movilizaci�n sistem�tica de las masas para la revoluci�n proletaria.

 

 

ESCALA MOVIL DE LOS SALARIOS Y ESCALA MOVIL DE LAS HORAS DE TRABAJO

En las condiciones del capitalismo en descomposici�n, las masas contin�an viviendo la triste vida de los oprimidos, quienes, ahora m�s que nunca, est�n amenazados por el peligro de ser arrojados en abismo del pauperismo. Est�n obligados a defender su pedazo de pan ya que no pueden aumentarlo ni mejorarlo. No es posible ni necesario enumerar las diversas reivindicaciones parciales que surgen a cada rato de circunstancias concretas, nacionales, locales, profesionales. Pero dos calamidades econ�micas fundamentales, a saber: la desocupaci�n y la carest�a de la vida, exigen consignas y m�todos generales de lucha.

La IV Internacional declara una guerra implacable a la pol�tica de los capitalistas, que es, en gran parte, la de sus agentes, los reformistas, tendiente a hacer recaer sobre los trabajadores todo el fardo del militarismo, de la crisis, del desorden de los sistemas monetarios y dem�s calamidades de la agon�a capitalista. Reivindica el derecho al trabajo y una existencia digna para todos.

Ni la inflaci�n ni la estabilizaci�n monetaria pueden servir de consignas al proletariado porque son las dos caras de una misma moneda. Contra la carest�a de la vida que, a medida que la guerra se aproxima, se acentuar� cada vez m�s, s�lo es posible luchar con una consigna: la escala m�vil de los salarios. Los contratos colectivos de trabajo deben asegurar el aumento autom�tico de los salarios correlativamente con la elevaci�n del precio de los art�culos de consumo.

Bajo pena de entregarse voluntariamente a la degeneraci�n, el proletariado no puede tolerar la transformaci�n de una multitud creciente de obreros en desocupados cr�nicos, en menesterosos que viven de las migajas de una sociedad en descomposici�n. El derecho al trabajo es el �nico derecho que tiene el obrero en una sociedad fundada sobre la explotaci�n. No obstante se le quita ese derecho a cada instante. Contra la desocupaci�n, tanto de �estructura� como de �coyuntura� es preciso lanzar la consigna de la escala m�vil de las horas de trabajo. Los sindicatos y otras organizaciones de masas deben ligar a aquellos que tienen trabajo con los que carecen de �l, por medio de los compromisos mutuos de la solidaridad. El trabajo existente es repartido entre todas las manos obreras existentes y es as� como se determina la duraci�n de la semana de trabajo. El salario, con un m�nimo estrictamente asegurado sigue el movimiento de los precios. No es posible aceptar ning�n otro programa para el actual per�odo de transici�n.

Los propietarios y sus abogados demostrar�n �la imposibilidad de realizar� estas reivindicaciones. Los capitalistas de menor cuant�a, sobre todo aquellos que marchan a la ruina, invocar�n adem�s sus libros de contabilidad. Los obreros rechazar�n categ�ricamente esos argumentos y esas referencias. No se trata aqu� del choque �normal� de intereses materiales opuestos. Se trata de preservar al proletariado de la decadencia, de la desmoralizaci�n y de la ruina. Se trata de la vida y de la muerte de la �nica clase creadora y progresiva y, por eso mismo, del porvenir de la humanidad. Si el capitalismo es incapaz de satisfacer las reivindicaciones que surgen infaliblemente de los males por �l mismo engendrados, no le queda otra que morir. La �posibilidad� o la �imposibilidad� de realizar las reivindicaciones es, en el caso presente, una cuesti�n de relaci�n de fuerzas que s�lo puede ser resuelta por la lucha. Sobre la base de esta lucha, cualesquiera que sean los �xitos pr�cticos inmediatos, los obreros comprender�n, en la mejor forma, la necesidad de liquidar la esclavitud capitalista.

 

 

LOS SINDICATOS EN LA EPOCA DE TRANSICION

En la lucha por las reivindicaciones parciales y transitorias, los obreros necesitan, ahora m�s que nunca, organizaciones de masa, ante todo sindicatos. El auge de los sindicatos en Francia y en los Estados Unidos es la mejor respuesta a las doctrinas ultra-izquierdistas que predicaban que los sindicatos estaban �fuera de �poca�.

Los Bolchevique Leninistas se encuentran en las primeras filas de todas las formas de lucha, a�n all� donde se trata de los intereses de los m�s modestos de la clase obrera. Toman parte activa en la vida de los sindicatos de masa, preocup�ndose de robustecer y acrecentar su esp�ritu de lucha. Luchan implacablemente contra toda las tentativas de someter los sindicatos al estado burgu�s y de maniatar al proletariado con �el arbitraje obligatorio� y todas las dem�s formas de intervenci�n policial, no s�lo son fascistas sino tambi�n �democr�ticas�. Solamente sobre la base de ese trabajo es posible luchar con buen �xito en el seno de los sindicatos contra la burocracia reformista incluidos los stalinistas. Las tentativas sectarias de crear o mantener peque�os sindicatos �revolucionarios� como una segunda edici�n del partido, significa en el hecho la renuncia por la lucha por la direcci�n de la clase obrera. Hace falta plantear aqu� como un principio inconmovible: el auto-aislamiento cobarde fuera de los sindicatos de masas, equivalente a la traici�n a la revoluci�n, es incompatible con la pertenencia a la IV internacional.

Al mismo tiempo la IV Internacional rechaza y condena resueltamente todo fetichismo de los sindicatos, propio de los treadeunionistas y de los sindicalistas.

a) Los sindicatos no tienen, y, por sus objetivos, su composici�n y el car�cter de su reclutamiento, no pueden tener un programa revolucionario acabado; por eso no pueden sustituir al partido. La creaci�n de partidos revolucionarios nacionales, secciones de la IV Internacional, es el objetivo central de la �poca de transici�n.

b) Los sindicatos, a�n los m�s poderoso, no abarcan m�s del 20 al 25 de la clase obrera y por otra parte, sus capas m�s calificadas y mejor pagadas. La mayor�a m�s oprimida de la clase obrera no es arrastrada a la lucha sino epis�dicamente en los per�odos de auge excepcional del movimiento obrero. En estos momentos es necesario crear organizaciones ad-hoc, que abarquen toda la masa en lucha los comit�s de huelga, los comit�s de f�brica, y en fin, los soviets.

c) En tanto que organizaciones de las capas superiores del proletariado, los sindicatos, como lo atestigua toda la experiencia hist�rica, comprendida en ella la experiencia fresca a�n de los sindicatos anarco-sindicalistas de Espa�a, desenvuelven poderosas tendencias a la conciliaci�n con el r�gimen democr�tico burgu�s. En los per�odos agudos de lucha de clases, los aparatos dirigentes de los sindicatos se esfuerzan por convertirse en amos del movimiento de masas para domesticarlo. Esto se produce ya en ocasi�n de simples huelgas, sobre todo con la ocupaci�n de las f�bricas, que sacuden los principios de la propiedad burguesa. En tiempo de guerra o de revoluci�n, cuando la situaci�n de la burgues�a se hace particularmente dif�cil, los jefes de los sindicatos se transforman ordinariamente en ministros burgueses.

Por todo lo que antecede las secciones de la IV Internacional deben esforzarse constantemente no s�lo en renovar el aparato de los sindicatos proponiendo atrevida y resueltamente en los momentos cr�ticos nuevos l�deres dispuestos a la lucha en lugar de funcionarios rutinarios y carreristas, sino tambi�n de crear en todos los casos en que sea posible, organizaciones de combate aut�nomas que respondan mejor a los objetivos de la lucha de masas contra la sociedad burguesa, sin arredrarse, si fuese necesario, frente a una ruptura abierta con el aparato conservador de los sindicatos. Si es criminal volver la espalda a las organizaciones de masas para contentarse con ficciones sectarias, no es menos criminal tolerar pasivamente la subordinaci�n del movimiento revolucio�nario de las masas al contralor de pandillas burocr�ticas abiertamente reaccionarias o conservadoras disfrazadas de �progresistas�. El sindicato no es un fin en s�, sino s�lo uno de los medios a emplear en la marcha hacia la revoluci�n proletaria.

 

 

LOS COMITES DE FABRICA

EI movimiento obrero de la �poca de transici�n no tiene un car�cter regular e igual sino afiebrado y explosivo. Las consignas, lo mismo que las formas de organizaci�n, deben ser subordinadas a ese car�cter del movimiento. Huyendo de la rutina como de la peste, la direcci�n debe prestar atenci�n a la iniciativa de las masas.

Las huelgas con ocupaci�n de f�bricas, una de las m�s recientes manifestaciones de esta iniciativa, rebasan los l�mites del r�gimen capitalista normal. Independientemente de las reivindicaciones de los huelguistas, la ocupaci�n temporaria de las empresas asesta un golpe al �dolo de la propiedad capitalista. Toda huelga de ocupaci�n plantea pr�cticamente el problema de saber qui�n es el due�o de la f�brica: el capitalista o los obreros.

Si la ocupaci�n promueve esta cuesti�n epis�dicamente, el comit� de f�brica da a la misma una expresi�n organizada. Elegido por todos los obreros y empleados de la empresa, el comit� de f�brica crea de golpe un contrapeso a la voluntad de la administraci�n.

A la cr�tica reformista de los patrones del viejo tipo, los �patrones de derecho divino�, del g�nero de Ford, frente a los �buenos� explotadores �democr�ticos�, nosotros oponemos la consigna de los comit�s de f�brica como centro de lucha contra unos y otros.

Los bur�cratas de los sindicatos se opondr�n, por regla general, a la creaci�n de comit�s, del mismo modo que se oponen a todo paso atrevido en el camino de la movilizaci�n de las masas. Sin embargo, su oposici�n ser� tanto m�s f�cil de quebrar cuanto mayor sea la extensi�n del movimiento. All� donde los obreros de la empresa est�n ya en los per�odos �tranquilos� totalmente comprendidos en los sindicatos, el comit� coincidir� formalmente con el �rgano del sindicato, pero renovar� su compo�sici�n y ampliar� sus funciones. Sin embargo, el principal significado de los comit�s es el de transformarse en estados mayores para las capas obreras que, por lo general, el sindicato no es capaz de abarcar. Y es precisamente de esas capas m�s explotadas de donde surgir�n los destacamentos m�s afectos a la revoluci�n.

A partir del momento de la aparici�n del comit� de f�brica, se establece de hecho una dualidad de poder. Por su esencia ella tiene algo de transitorio porque encierra en s� dos reg�menes inconciliables: el r�gimen capitalista y el r�gimen proletario. La principal importancia de los Comit�s de F�brica consiste precisamente en abrir un per�odo pre-revolucionario, ya que no directamente revolucionario, entre el r�gimen burgu�s y el r�gimen proletario. Que la propaganda por los Comit�s de F�brica no es prematura ni artificial, lo demuestra del mejor modo la ola de ocupaci�n de f�bricas que se ha desencadenado en algunos pa�ses. Nuevas olas de ese g�nero son inevitables en un porvenir pr�ximo. Es preciso iniciar una campa�a en pro de los comit�s de f�bricas para que los acontecimientos no se tomen de improviso.

 

 

EL "SECRETO COMERCIAL" Y EL CONTROL OBRERO SOBRE LA INDUSTRIA

El capitalismo liberal basado en la concurrencia y la libertad de comercio se ha eclipsado en el pasado. El capitalismo monopolizador que lo reemplaz�, no solamente no ha reducido la anarqu�a del mercado, sino que, por el contrario, le ha dado un car�cter particularmente convulsivo. La necesidad de un �control� sobre la econom�a, de una �direcci�n� estatal, de una �planificaci�n� es reconocida ahora - al menos verbalmente - por casi todas las corrientes del pensamiento burgu�s y peque�o-burgu�s, desde el fascismo hasta la social-democracia. Para el fascismo se trata sobre todo de un pillaje �planificado� del pueblo con fines militares. Los social-dem�cratas tratan de desagotar el oc�ano de la anarqu�a con la cuchara de una �planificaci�n� burocr�tica. Los ingenieros y los profesores tratan de convertirse en tecn�cratas. Los gobiernos democr�ticos tropiezan en sus tentativas t�midas de �reglamentaci�n� con el sabotaje insuperable del gran capital.

El verdadero nexo entre explotadores y �controladores� democr�ticos se revela en el hecho de que los se�ores �reformadores� pose�dos de una santa emoci�n, se detienen en el umbral de los trusts con sus �secretos� industriales y comerciales. Aqu� reina el principio de �no intervenci�n�. Las cuentas entre el capital aislado y la sociedad constituyen un secreto del capitalismo: la sociedad no tiene nada que ver con ellas. El �secreto� comercial se justifica siempre, como en la �poca del capitalismo liberal, por los intereses de la �concurrencia�. En realidad los trusts no tienen secretos entre s�. El secreto comercial de la �poca actual es un constante complot del capital monopolizador contra la sociedad. Los proyectos de limitaci�n del absolutismo de los �patrones de derecho divino� seguir�n siendo lamentables farsas mientras los propietarios privados de los medios sociales de producci�n puedan ocultar a los productores y, a los consumidores la mec�nica de la explotaci�n, del pillaje y del enga�o. La abolici�n del �secreto comercial� es el primer paso hacia un verdadero control de la industria.

Los obreros no tienen menos derechos que los capitalistas a conocer los �secretos� de la empresa, de los trusts, de las ramas de las industrias, de toda la econom�a nacional en su conjunto. Los bancos, la industria pesada y los transportes centralizados deben ser los primeros sometidos a observaci�n.

Los primeros objetivos del control obrero consisten en aclarar cuales son las ganancias y gastos de la sociedad, empezando por la empresa aislada, determinar la verdadera parte del capitalismo aislado y de los capitalistas en conjunto en la renta nacional, desenmascarar las combinaciones de pasillo y las estafas de los bancos y de los trusts; revelar, en fin, ante la sociedad el derroche espantoso de trabajo humano que resulta de la anarqu�a del capitalismo y de la exclusiva persecuci�n de la ganancia.

Ning�n funcionario del estado burgu�s puede llevar a cabo esa tarea, cualesquiera que sean los poderes de que fuera investido. El mundo entero ha observado la impotencia del presidente Roosevelt y del presidente del consejo Le�n Blum frente al complot de las �60� o de las �200� familias de sus respectivos pa�ses. Para quebrar la resistencia de los explotadores se requiere la presi�n del proletariado. Los comit�s de f�brica y solamente ellos pueden asegurar un verdadero control sobre la producci�n llamando en su ayuda como consejeros y no como tecn�cratas a los especialistas honestos y afectos al pueblo: contadores, estad�sticos, ingenieros, sabios, etc...

En particular la lucha contra la desocupaci�n es inconcebible sin una amplia y atrevida organizaci�n de �grandes obras p�blicas�. Pero las grandes obras no pueden tener una importancia durable y progresiva, tanto para la sociedad como para los desocupados, si no forman parte de un plan general, trazado para un per�odo de varios a�os. En el cuadro de un plan semejante los obreros reivindicar�n la vuelta al trabajo, por cuenta de la sociedad, en las empresas privadas cerradas a causa de la crisis. El control obrero en tales casos ser�a sustituido por una administraci�n directa por parte de los obreros.

La elaboraci�n de un plan econ�mico, as� sea el m�s elemental, desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores y no de los explotadores, es inconcebible sin control obrero, sin que la mirada de los obreros penetre a trav�s de los resortes aparentes y ocultos de la econom�a capitalista. Los comit�s de las diversas empresas deben elegir, en reuniones oportunas, comit�s de trusts, de ramas de la industria, de regiones econ�micas, en fin, de toda la industria nacional, en conjunto. En esa forma, el control obrero pasar� a ser la escuela de la econom�a planificada. Por la experiencia del control, el proletariado se preparar� para dirigir directamente la industria nacionalizada cuando la hora haya sonado.

A los capitalistas, especialmente aquellos de peque�a y mediana importancia que, a veces, proponen ellos mismos abrir sus libros de cuentas ante los obreros - sobre todo para demostrarles la necesidad de reducir los salarios - los obreros deber�n responderles que lo que a ellos les interesa no es la contabilidad de los quebrados o de los semi-quebrados aislados, sino la contabilidad de todos los explotadores. Los obreros no pueden ni quieren adaptar su nivel de vida a los intereses de los capitalistas aislados convertidos en v�ctimas de su propio r�gimen. La tarea consiste en reconstruir todo el sistema de producci�n y de distribuci�n sobre principios m�s racionales y m�s dignos. Si la abolici�n del secreto comercial es la condici�n necesaria de control obrero, ese control representa el primer paso en el camino de la direcci�n socialista de la econom�a.

 

 

LA EXPROPIACION DE CIERTOS GRUPOS DE CAPITALISTAS

El programa socialista de la expropiaci�n, vale decir, de la destrucci�n pol�tica de la burgues�a y de la liquidaci�n de su dominaci�n econ�mica, no puede, en ning�n caso, constituir un obst�culo en el presente per�odo de transici�n, bajo diversos pretextos, a la reivindicaci�n de la expropiaci�n de ciertas ramas de la industria, vital�sima para la existencia nacional de los grupos m�s parasitarios de la burgues�a.

As�, a las pr�dicas quejumbrosas de los se�ores dem�cratas sobre la dictadura de las �60� familias de los Estados Unidos o de las �200� familias de Francia nosotros oponemos la reivindicaci�n de la expropiaci�n de esos 60 o 200 se�ores feudales del capitalismo.

De igual modo reivindicamos la expropiaci�n de las compa��as monopolizadoras de la industria de guerra, de los ferrocarriles, de las m�s importantes fuentes de materias primas, etc...

La diferencia entre estas reivindicaciones y la consigna reformista demasiado vieja de �nacionalizaci�n� consiste en que: 1) Nosotros rechazamos la indemnizaci�n; 2) Prevenimos a las masas contra los charlatanes del Frente Popular que, mientras proponen la nacionalizaci�n en palabras, siguen siendo, en los hechos, los agentes del capital; 3) Aconsejamos a las masas a contar solamente con su fuerza revolucionaria; 4) ligamos el problema de la expropiaci�n a la cuesti�n del poder obrero y campesino.

La necesidad de lanzar la consigna de la expropiaci�n en la agitaci�n cotidiana, por consecuencia, de una manera fraccionada, y no solamente desde un punto de vista de propaganda, bajo su forma general, es provocada porque las diversas ramas de la industria se encuentran en un distinto nivel de desarrollo, ocupan lugares diferentes en la vida de la sociedad y pasan por diferentes etapas de la lucha de clases. S�lo el ascenso revolucionario general del proletariado puede poner la expropiaci�n general de la burgues�a en el orden del d�a. El objeto de las reivindicaciones transitorias es el de preparar al proletariado a la resoluci�n de esta tarea.

 

 

LA EXPROPIACION DE LOS BANCOS PRIVADOS Y LA ESTATIZACION DEL SISTEMA DE CREDITOS

El imperialismo significa la dominaci�n del capital financiero. Al lado de los consorcios y de los trusts y frecuentemente arriba de ellos, los bancos concentran en sus manos la direcci�n de la econom�a. En su estructura, 105 bancos reflejan bajo una forma concentrada, toda la estructura del capitalismo contempor�neo: combinan la tendencia al monopolio con la tendencia a la anarqu�a. Organizan milagros de t�cnica, empresas gigantescas, trusts potentes y organizan tambi�n la vida cara, las crisis y la desocupaci�n. Imposible dar ning�n paso serio hacia adelante en la lucha contra la arbitrariedad monopolista y la anarqu�a capitalista si se dejan las palancas de comando de los bancos en manos de los bandidos capitalistas. Para crear un sistema �nico de inversi�n y de cr�dito, seg�n un plan racional que corresponda a los intereses de toda la naci�n es necesario unificar todos los bancos en una instituci�n nacional �nica. S�lo la expropiaci�n de los bancos privados y la concentraci�n de todo el sistema de cr�dito en manos del Estado pondr� en las manos de �ste los medios necesarios, reales, es decir materiales, y no solamente ficticios y burocr�ticos, para la planificaci�n econ�mica.

La expropiaci�n de los bancos no significa en ning�n caso la expropiaci�n de los peque�os dep�sitos bancarios. Por el contrario para los peque�os depositantes la banca del Estado �nica podr� crear condiciones m�s favorables que los bancos privados. De la misma manera s�lo la banca del Estado podr� establecer para los campesinos, los artesanos y peque�os comerciantes condiciones de cr�dito privilegia�do, es decir, barato. Sin embargo, lo m�s importante es que, toda la econom�a, en primer t�rmino la industria pesada y los transportes, dirigida por un Estado mayor financiero �nico, sirva a los intereses vitales de los obreros y de todos los otros trabajadores.

No obstante, la estatizaci�n de los bancos s�lo dar� resultados favorables si el poder estatal mismo pasa de manos de los explotadores a manos de los trabajadores.

 

 

PIQUETES DE HUELGA, DESTACAMENTO DE COMBATE, MILICIA OBRERA, EL ARMAMENTO DEL PROLETARIADO

Las huelgas con ocupaci�n de f�bricas son una muy seria advertencia dirigida por las masas no s�lo a la burgues�a sino tambi�n a las organizaciones obreras, comprendida la cuarta Internacional. En 19l9-1920, los obreros italianos ocuparon, por su propia iniciativa las f�bricas se�alando as� a sus propios �jefes� la llegada de la revoluci�n social. Los �jefes� no tomaron en cuenta la advertencia. Los resultados fueron la victoria del fascismo.

Las huelgas con ocupaci�n no son todav�a la toma de la f�brica a la manera italiana: pero son un paso decisivo en este camino. La crisis actual puede exacerbar extremadamente la marcha de la lucha de clases y precipitar el desenlace. No hay que creer sin embargo que una situaci�n revolucionaria surge repentinamente. En realidad su aproximaci�n ser� se�alada por toda una serie de convulsiones. La ola de huelgas con ocupaci�n de f�bricas es precisamente una de ellas. La tarea de las secciones de la Cuarta Internacional es de ayudar a la vanguardia proletaria a comprender el car�cter general y los ritmos de nuestra �poca y fecundar a tiempo la lucha de masas con consignas cada vez m�s resueltas y con medidas de organizaci�n para el combate.

La exacerbaci�n de la lucha del proletariado significa la exacerbaci�n de los m�todos de resistencia por parte del capital. Las nuevas olas de huelgas con ocupaci�n de f�bricas pueden provocar y provocar�n infaliblemente en�rgicas medidas de reacci�n por parte de la burgues�a. El trabajo preparatorio se conduce desde ahora en los estados mayores de los trusts. �Desgraciadas las organizaciones revolucionarias, desgraciado el proletariado si se deja tomar nuevamente de improviso!

La burgues�a no se limita en ninguna parte a utilizar solamente la polic�a y el ej�rcito oficiales. En los Estados Unidos, incluso en los per�odos de �calma�, mantiene destacamentos amarillos y bandas armadas de car�cter privado en las f�bricas. Es preciso agregar ahora las bandas de nazis norteamericanas. La burgues�a francesa en cuanto sinti� la proximidad del peligro moviliz� los destacamentos fascistas semilegales e ilegales, hasta en el interior del ej�rcito oficial. Bastar� que los obreros ingleses aumenten de nuevo su empuje para que de inmediato las bandas de Lord Mosley se dupliquen, tripliquen, decupliquen en n�mero e inicien una cruzada sangrienta contra los obreros. La burgues�a advierte claramente que en la �poca actual la lucha de clases infaliblemente tiende a transformarse en guerra civil. Los magnates y los lacayos del capital han aprendido en los ejemplos de Italia, Alemania, Austria y otros pa�ses, mucho m�s que los jefes oficiales del proletariado

Los pol�ticos de la Segunda y la Tercera Internacional, al igual que los bur�cratas de los sindicatos conscientemente cierran los ojos ante el ej�rcito privado dc la burgues�a, pues de lo contrario no podr�an mantener ni durante 24 horas su alianza con ella. Los reformistas inculcan sistem�ticamente a los obreros la idea de que la sacrosanta democracia est� m�s segura all� donde la burgues�a se halla armada hasta los dientes y los obreros desarmados.

La Cuarta Internacional tiene el deber de acabar de una vez por todas con esta pol�tica servil. Los dem�cratas peque�o-burgueses incluso los social-dem�cratas, los socialistas y los anarquistas gritan m�s estent�reamente acerca de la lucha con el fascismo cuanto m�s cobardemente capitulan ante el mismo. Las bandas fascistas s�lo pueden ser contrarrestadas victoriosamente por los destacamentos de obreros armados que sienten tras de s� el apoyo de millones de trabajadores. La lucha contra el fascismo no se inicia en la redacci�n de una hoja liberal, sino en la f�brica y termina en la calle. Los elementos amarillos y los gendarmes privados en las f�bricas son las c�lulas fundamentales del ej�rcito del fascismo. Los piquetes de huelgas son las c�lulas fundamentales del ej�rcito del proletariado. Por all� es necesario empezar. Es preciso inscribir esta consigna en el programa del ala revolucionaria de los sindicatos. En todas partes donde sea posible, empezando por las organizaciones juveniles, es preciso constituir pr�cticamente milicias de autodefensa, adiestr�ndolas en el manejo de las armas.

La nueva ola del movimiento de masas no s�lo debe servir para aumentar el n�mero de esas milicias, sino tambi�n para unificarlas por barrios, ciudades y regiones Es preciso dar una expresi�n organizada al leg�timo odio de los obreros en contra de los elementos rompehuelgas, las bandas de pistoleros y de fascistas. Es preciso lanzar la consigna de la milicia obrera como �nica garant�a seria de la inviolabilidad de las organizaciones, las reuniones y la prensa obrera.

S�lo gracias a un trabajo sistem�tico, constante, incansable valiente en la agitaci�n y en la propaganda, siempre en relaci�n con la experiencia de la masa misma, pueden extirparse de su conciencia las tradiciones de docilidad y pasividad: educar destacamentos de heroicos combatientes, capaces de dar el ejemplo a todos los trabajadores, infligir una serie de derrotas t�cticas a las bandas de la contrarrevoluci�n, aumentar la confianza en s� mismos de los explotados, desacreditar el fascismo a los ojos de la peque�a burgues�a y despejar el camino para la conquista del poder para el proletariado.

Engels defin�a el Estado �destacamentos de elementos armados�. El armamento del proletariado es un factor integrante indispensable de su lucha emancipadora. Cuando el proletariado lo quiera, hallar� los caminos y los medios para armarse. Tambi�n en este dominio la direcci�n incumbe naturalmente a las secciones de la Cuarta Internacional.

 

 

LA ALIANZA DE LOS OBREROS Y DE LOS CAMPESINOS

El obrero agr�cola es, en la aldea, el hermano y el compa�ero del obrero de la industria. Son dos partes de una sola y misma clase. Sus intereses son inseparables. El programa de las reivindicaciones transitorias de los obreros industriales es tambi�n, con tales o cuales cambios, el programa del proletariado agr�cola.

Los campesinos (chacareros) representan otra clase: es la peque�a burgues�a de la aldea. La peque�a burgues�a se compone de diferentes capas, desde los semi-propietarios hasta los explotadores.

De acuerdo con esto, la tarea pol�tica del proletariado de la industria consiste en llevar la lucha de clases a la aldea: solamente as� podr� separar sus aliados de sus enemigos.

Las peculiaridades del desarrollo nacional de cada pa�s hallan su m�s viva expresi�n en la situaci�n de los campesinos y parcialmente de la peque�a burgues�a de la ciudad (artesanos y comerciantes) porque estas clases, por numerosas que sean, representan en el fondo sobrevivencias de formas precapitalistas de la producci�n. Las secciones de la Cuarta Internacional deben, de la forma m�s concreta posible, elaborar programas de reivindicaciones transitorias para los campesinos (chacareros) y la peque�a burgues�a de la ciudad correspondiente a las condiciones de cada pa�s. Los obreros avanzados deben aprender a dar respuestas claras y concretas a los problemas de sus futuros aliados.

En tanto siga siendo el campesino un peque�o productor �independiente�, tiene necesidad de cr�dito barato, de precios accesibles para las m�quinas agr�colas y los abonos, de condiciones favorables de transportes, de una organizaci�n honesta para las negociaciones de los productos agr�colas. Sin embargo los bancos, los trusts, los comerciantes extorsionan al campesinado por todas partes. S�lo los campesinos pueden reprimir este pillaje, con la ayuda de los obreros. Es necesario que entren a actuar comit�s de chacareros pobres que, en com�n con los comit�s obreros y los comit�s de empleados de banco, tomaran en sus manos el control de las operaciones de transporte, de cr�dito y de comercio que interesan a la agricultura.

Invocando de manera mentirosa las �excesivas� exigencias de los obreros, la gran burgues�a convierte artificialmente el problema del precio de las mercader�as en una cu�a que introduce luego entre los obreros y los campesinos, entre los obreros y la peque�a burgues�a de las ciudades. Los campesinos, el artesano y el peque�o comerciante, a diferencia del obrero, del empleado y del peque�o funcionario no pueden reclamar un aumento del salario paralelo al aumento de los precios. La lucha burocr�tica oficial contra la carest�a de la vida no sirve m�s que para enga�ar a las masas. Los campesinos, los artesanos y los comerciantes, sin embargo, en su condici�n de consumidores, deben tomar una participaci�n activa, junto con los obreros, en la pol�tica de los precios. A las pr�dicas de los capitalistas relativas a los gastos de producci�n, de transporte y de comercio, los consumidores deben responder: �muestren vuestros libros, exigimos el control sobre la pol�tica de los precios�. Los �rganos de este control deben ser los comit�s de vigilancia de los precios, formados por delegados de las f�bricas, los sindicatos, las cooperativas, las organizaciones de campesinos, los elementos de la peque�a burgues�a pobre de las ciudades, de los trabajadores del servicio dom�stico, etc... De este modo los obreros demostrar�n a los campesinos que la raz�n de la elevaci�n de los precios no consiste en los salarios altos sino en las ganancias excesivas de los capitalistas y en el derroche de la anarqu�a capitalista.

El programa de la nacionalizaci�n de la tierra y de la colectivizaci�n de la agricultura debe formularse de tal manera que excluya radicalmente la idea de la expropiaci�n de los campesinos pobres o de la colectivizaci�n forzosa. El campesino continuar� siendo el campesino de su lote de tierra mientras �l mismo lo considere necesario y posible. Para rehabilitar el programa socialista a los ojos de los campesinos es preciso desenmascarar implacablemente los m�todos stalinistas de colectivizaci�n, dictados por intereses de la burocracia y no los intereses de los campesinos y de los obreros.

La expropiaci�n de los expropiadores tampoco significa el despojo forzoso de los artesanos pobres y de los peque�os comerciantes. Por el contrario, el control de los obreros sobre los bancos y los trusts, y con mayor raz�n la nacionalizaci�n de estas empresas, puede crear para la peque�a burgues�a de la ciudad condiciones incompara�blemente m�s favorables de cr�dito, de compra y venta, que bajo la dominaci�n ilimitada de los monopolios la dependencia de esas empresas respecto del capital privado ser� sustituida por la dependencia respecto al Estado, cuya atenci�n a las necesidades de sus peque�os copart�cipes y agentes ser� tanto mayor cuanto m�s riguroso sea el control de los obreros sobre el mismo.

La participaci�n pr�ctica de los campesinos explotados en el control de las distintas ramas de la econom�a permitir� a los campesinos decidir por s� mismo el problema de saber si les conviene o no sumarse al trabajo colectivo de la tierra, en qu� plazos y en qu� escala. Los obreros de la industria se comprometen a aportar en este camino toda su colaboraci�n a los campesinos por intermedio de los sindicatos, de los comit�s de f�brica y, sobre todo, del gobierno obrero y campesino. La alianza que el proletariado propone no a las clases medias en general, sino a las capas explotadas de la ciudad y el campo, contra todos los explotadores, e incluso los explotadores �medios�, no puede fundarse en la coacci�n, sino solamente en un libre acuerdo que debe consolidarse en un �pacto� especial. Este �pacto� es precisamente el programa de reivindicaciones transitorias, libremente aceptado por las dos partes.

LA LUCHA CONTRA EL IMPERIALISMO Y CONTRA LA GUERRA

Toda la situaci�n mundial, y por consecuencia tambi�n la vida pol�tica interior de los diversos pa�ses, se hallan bajo la amenaza de la guerra mundial. La cat�strofe que se aproxima penetra de angustia, desde ya a las masas m�s profundas de la humanidad.

La II Internacional repite su pol�tica de traici�n de 1914 con tanta mayor convicci�n en cuanto la Internacional comunista desempe�a ahora el papel del primer viol�n del patrioterismo. Desde que el peligro de guerra ha tomado un aspecto concreto, los stalinistas, superando con mucho a los pacifistas burgueses y peque�o burgueses, se han convertido en los campeones de la pretendida �defensa nacional�. La lucha revolucionaria contra la guerra recae as� enteramente sobre los hombros de la IV Internacional.

La pol�tica de los Bolcheviques Leninistas en esta cuesti�n ha sido formulada en las tesis program�ticas del Secretariado Internacional, que todav�a ahora conservan todo su valor ( La IV Internacional y la Guerra, mayo de 1934). El �xito del partido revolucionario en el pr�ximo per�odo depender� ante todo de su pol�tica en la cuesti�n de la guerra y el arte de apoyarse en la experiencia propia de las masas.

En el problema de la guerra m�s que en todo otro problema, la burgues�a y sus agentes enga�an al pueblo con abstracciones, f�rmulas generales y frases pat�ticas: �neutralidad�, �seguridad colectiva�, �armamentos para la defensa de la paz�, �defensa nacional�, �lucha contra el fascismo�, etc... Todas estas f�rmulas se reducen, en resumidas cuentas, a que la cuesti�n de la guerra, vale decir, la suerte de los pueblos, debe quedar en manos de los imperialistas, de sus gobiernos, de su diplomacia, de sus Estados Mayores con todas sus intrigas y complots contra los pueblos.

La IV Internacional rechaza con indignaci�n todas estas abstracciones que juegan entre los dem�cratas el mismo rol que entre los fascistas: �honor�, �sangre�, �raza�. Pero la indignaci�n no es suficiente. Es preciso ayudar a las masas con criterios, consignas y reivindicaciones transitorias apropiadas para descubrir la realidad para distinguir lo que hay de concreto en el fondo de las abstracciones fraudulentas.

��Desarme�? Pero toda la cuesti�n del desarme consiste en saber quien desarmar� y quien ser� desarmado. El �nico desarme que puede prevenir o detener la guerra es el desarme de la burgues�a por los obreros. Pero para desarmar a la burgues�a, es necesario que los obreros, ellos mismos, se armen.

��Neutralidad�? Pero el proletariado no es absolutamente neutral en la guerra entre Jap�n y China, o entre Alemania y la U.R.S.S. �Significa esto la defensa de la China y de la U.R.S.S.? Evidentemente, pero no por intermedio de los imperialistas que estrangularon a la China y a la U.R.S.S.

�Defensa de la patria? Pero bajo esta abstracci�n la burgues�a entiende la defensa de sus ganancias y de su pillaje. Estamos dispuestos a defender la patria de los ataques de los capitalistas extranjeros, una vez que hayamos atado de pies y manos e impedido a nuestros propios capitalistas atacar las patrias de los dem�s, una vez que los obreros y los campesinos sean los verdaderos amos de nuestro pa�s; una vez que las riquezas del pa�s pasen de manos de una �nfima minor�a a las manos del pueblo; una vez que el ej�rcito, de un instrumento de los explotadores se convierta en un instrumento de los explotados.

Es necesario saber traducir estas ideas fundamentales en ideas m�s particulares y m�s concretas, seg�n la marcha de los acontecimientos y la orientaci�n y estado de esp�ritu de las masas. Es necesario por otra parte, distinguir estrictamente del pacifismo del diplom�tico, del profesor, del periodista, del pacifismo del carpintero, del obrero agr�cola, de la lavandera. En el primer caso, el pacifismo es la m�scara del imperialismo. En el segundo es la expresi�n confusa de la desconfianza hacia el imperialismo.

Cuando el peque�o campesino o el obrero hablan de la defensa de la patria, se representan la defensa de su casa, de su familia y de las otras familias contra la invasi�n del enemigo, contra las bombas y contra los gases. El capitalismo y su periodista entienden por defensa de la patria la conquista de colonias y de mercados y la extensi�n, por el pillaje, de la parte �nacional� en los beneficios mundiales. El patriotismo y el pacifismo burgu�s son completas mentiras. En el pacifismo, lo mismo que en el patriotismo de los oprimidos, hay elementos que reflejan, de una parte el odio contra la guerra destructora y de otra parte su apego a lo que ellos creen que es su inter�s. Es necesario utilizar estos elementos para extraer las conclusiones revolucionarias necesarias. Es necesario saber oponer honestamente estas dos formas de pacifismo y de patriotismo.

Partiendo de estas consideraciones, la IV Internacional apoya toda reivindicaci�n, a�n insuficiente, si es capaz de llevar a las masas, aunque sea en un d�bil grado, a una pol�tica m�s activa a despertar su cr�tica y a reforzar su control sobre las maquinaciones de la burgues�a.

Es desde este punto de vista que nuestra secci�n americana, sostiene, critic�ndola, la proposici�n de la instituci�n de un refer�ndum sobre la cuesti�n de la declaraci�n de guerra. Ninguna reforma democr�tica puede impedir, por ella misma, a los dirigentes provocar la guerra cuando ellos lo quieran. Es necesario hacer abiertamente esta advertencia. Pero cualesquiera que sean las ilusiones de las masas respecto al refer�ndum, esta reivindicaci�n refleja la desconfianza de los obreros y los campesinos por el gobierno y el parlamento de la burgues�a. Sin sostener ni desarrollar las ilusiones de las masas, es necesario apoyar con todas las fuerzas la desconfianza progresiva de los oprimidos hacia los opresores. Mientras m�s crezca el movimiento por el refer�ndum, m�s pronto los pacifistas burgueses se aislar�n, m�s se desacredi�taran los traidores de la Internacional Comunista y m�s viva se har� la desconfianza de los trabajadores hacia los imperialistas.

Es desde este punto de vista que debe ser sostenida, en adelante, la reivindicaci�n del derecho de voto a los dieciocho a�os para los hombres y mujeres. Aquel que ma�ana ser� llamado a morir por la �patria� debe tener el derecho de hacer o�r su voz ahora. La lucha contra la guerra debe consistir, ante todo, en la movilizaci�n revolucionaria de la juventud.

Es necesario hacer plena luz sobre el problema de la guerra en todos sus aspectos, principalmente sobre aquel bajo el cual se presenta a las masas en un momento dado.

La guerra es una gigantesca empresa comercial, sobre todo para la industria de guerra. Es por eso que las �doscientas familias� son los primeros patriotas y los principales provocadores de la guerra. El control obrero sobre la industria de guerra es el primer paso sobre �los fabricantes� de la guerra.

A la consigna de los reformistas: impuesto sobre los beneficios de la industria de guerra, nosotros oponemos la consigna de: confiscaci�n de las ganancias y expropiaci�n de las empresas que trabajan para la guerra. Donde la industria de la guerra est� �nacionalizada�, como en Francia, la consigna del control obrero conserva todo su valor; el proletariado tiene hacia el estado burgu�s la misma desconfianza que hacia el burgu�s individual.  

�Ni un hombre, ni un centavo para el gobierno burgu�s!

�Nada de programas de armamento sino un programa de trabajos de utilidad p�blica!

�Completa independencia de las organizaciones obreras del control militar-polic�aco!  

Es necesario arrancar de una vez por todas el destino de los pueblos de las manos de las camarillas imperialistas �vidas y despiadadas que conspiran a sus espaldas. De acuerdo con esto reivindicamos: abolici�n completa de la diplomacia secreta; todos los tratados y acuerdos deben ser accesibles a cada obrero y campesino. Creaci�n de escuelas militares para la formaci�n de oficiales salidos de las filas de los trabajadores y escogidos por las organizaciones obreras, instrucci�n militar de los obreros y campesinos bajo el control inmediato de comit�s obreros y campesinos.

Sustituci�n del ej�rcito permanente, es decir del cuartel, por una milicia popular en ligaz�n indisoluble con las f�bricas, las minas y los campos.

La guerra imperialista es la continuaci�n y la exacerbaci�n de la pol�tica de pillaje de la burgues�a. La lucha del proletariado contra la guerra imperialista es la continuaci�n y la exacerbaci�n de la lucha de clase. El comienzo de la guerra cambia la situaci�n y parcialmente los procedimientos de la lucha de clases, pero no cambia ni los objetivos ni la direcci�n fundamental de la misma.

La burgues�a imperialista domina el mundo, es por eso que la pr�xima guerra, en su car�cter fundamental, ser� una guerra imperialista. El contenido fundamental de la pol�tica del proletariado ser�, en consecuencia, la lucha contra el imperialismo y su guerra. El principio fundamental de esta lucha ser�: �El enemigo principal est� en el pa�s� o �La derrota de nuestro propio gobierno (imperialista) es el menor mal�.

            Pero todos los pa�ses del mundo no son pa�ses imperialistas. Al contrario la mayor�a de los pa�ses son v�ctimas del imperialismo. Algunos pa�ses coloniales o semi-coloniales intentar�n, sin duda, utilizar la guerra para sacudir el yugo de la esclavitud. De su parte la guerra no ser� imperialista sino emancipadora. El deber del proletariado internacional ser� el de ayudar a los pa�ses oprimidos en guerra contra los opresores, este mismo deber se extiende tambi�n a la U.R.S.S y a todo el estado obrero que pueda surgir antes de la guerra. La derrota de todo gobierno imperialista en la lucha contra un estado obrero o un pa�s colonial es el menor mal.

Los obreros de un pa�s imperialista no pueden ayudar a un pa�s anti-imperialista por medio de su gobierno, cualesquiera que sean, en un momento dado, las relaciones diplom�ticas entre los dos pa�ses. Si los gobiernos se encuentran en alianza temporaria que por la propia naturaleza debe ser incierta, el proletariado del pa�s imperialista debe permanecer en su posici�n de clase frente a su gobierno y aportar el apoyo a su aliado no imperialista por sus m�todos, es decir, por los m�todos de la lucha de clases internacional (agitaci�n en favor del estado obrero y del pa�s colonial, no solamente contra sus enemigos, sino tambi�n contra sus aliados p�rfidos;  boicot y huelga en ciertos casos, renuncia al boicot y la huelga en otros, etc...).

Sin dejar de sostener al pa�s colonial y a la U.R.S.S. en la guerra, el proletariado no se solidariza, en ninguna forma, con el gobierno burgu�s del pa�s colonial ni con la burocracia termidoriana de la U.R.S.S. Al contrario, mantiene su propia independencia pol�tica tanto frente a uno como frente a la otra. Ayudando a una guerra justa y progresiva el proletariado revolucionario conquista las simpat�as de los trabajadores de las colonias y de la U.R.S.S. Afirma as� la autoridad de la IV internacional y puede ayudar por lo tanto, mejor, a la ca�da del gobierno burgu�s en el pa�s colonial y de la burocracia reaccionaria de la U.R.S.S.

Al principio de la guerra las secciones de la IV internacional se sentir�n inevitablemente aisladas: cada guerra toma de improviso a las masas populares y las empuja del lado del aparato gubernamental. Los internacionalistas deber�n marchar contra la corriente. No obstante, las devastaciones y los males de la nueva guerra, que desde los primeros meses dejar�n muy atr�s los sangrientos horrores de 1914-18 desilusionar�n pronto a las masas. Su descontento y su rebeli�n crecer�n por saltos. Las secciones de la IV internacional se encontrar�n a la cabeza del flujo revolucionario. El programa de reivindicaciones transitorias adquirir� una ardiente actualidad. El problema de la conquista del poder por el proletariado se plantear� con toda su amplitud.

Antes de agotar, o ahogar en sangre a la humanidad, el capitalismo envenena la atm�sfera mundial con los vapores delet�reos del odio nacional y racial. El antisemitismo es ahora una de las convulsiones m�s malignas de la agon�a capitalista.

La divulgaci�n tenaz en contra de todos los prejuicios de raza y de todas las formas y matices de la arrogancia nacional del chauvinismo, en particular del antisemitismo, debe entrar en el trabajo cotidiano de todas las secciones de la IV Internacional, como el principal trabajo de educaci�n en la lucha contra el imperialismo y la guerra. Nuestra consigna fundamental sigue siendo:

�Proletarios de todos los pa�ses, un�os!

 

 

EL GOBIERNO OBRERO Y CAMPESINO

La f�rmula de �gobierno obrero y campesino� aparecida por primera vez en 1917 en la agitaci�n de los bolcheviques fue definitivamente admitida despu�s de la insurrecci�n de Octubre. No representaba en este caso m�s que una denominaci�n popular de la dictadura del proletariado, ya establecida. La importancia de esta denominaci�n consiste sobre todo en que pon�a en primer plano la idea de la alianza del proletariado y de la clase campesina colocada en la base del poder sovi�tico.

Cuando la Internacional Comunista de los ep�gonos trat� de hacer revivir la f�rmula de �dictadura democr�tica de los obreros y campesinos�, enterrada por la historia, dio a la f�rmula de �gobierno obrero y campesino� un contenido completamente diferente, puramente �democr�tico�, vale decir, burgu�s, oponi�ndola a la dictadura del proletariado. Los bolcheviques leninistas rechazaron resueltamente la consigna de �gobierno obrero y campesino� en su interpretaci�n democr�tico burguesa. Afirmaban entonces y afirman ahora que cuando el partido del proletariado renuncia a salir de los cuadros de la democracia burguesa, su alianza con la clase media no es otra cosa que un apoyo al capital, como ocurri� con los menchevique y los socialistas revolucionarios en 1917, como ocurri� con el partido comunista chino en 1925-1927 y como pasa ahora con los �frentes populares� de Espa�a, de Francia y de otros pa�ses.

En Abril-Septiembre de 1917, los bolcheviques exig�an que los socialistas revolucionarios y los mencheviques rompieran su ligaz�n con la burgues�a liberal y tomaran el poder en sus propias manos. Con esta condici�n los bolcheviques promet�an a los mencheviques y a los socialistas revolucionarios representantes peque�o burgueses de obreros y campesinos, su ayuda revolucionaria contra la burgues�a renunciando, no obstante categ�ricamente a entrar en el gobierno y a tomar ninguna responsabilidad pol�tica por ellos. Si los mencheviques y socialistas revolucionarios hab�an realmente roto con los cadetes liberales y con el imperialismo extranjero, �el gobierno obrero y campesino� creado por ellos, no hubiera hecho m�s que acelerar y facilitar la instauraci�n de la dictadura del proletariado. Pero es precisamente por esto que la direcci�n de la democracia peque�o burguesa se opuso con todas sus fuerzas a la instauraci�n de su propio poder. La experiencia de Rusia demuestra, la experiencia de Espa�a y de Francia confirma de nuevo, que a�n en las condiciones m�s favorables los partidos de la democracia peque�o burguesa (socialistas revolucionarios, social dem�cratas, stalinistas, anarquistas) son incapaces de crear un gobierno obrero y campesino, vale decir un gobierno independiente de la burgues�a.

No obstante la reivindicaci�n de los bolcheviques dirigidas a los mencheviques y a los socialistas revolucionarios: "�Romped con la burgues�a, tomad en vuestras manos el poder!" tiene para las masas un enorme valor educativo. La negaci�n obstinada de los mencheviques y de los socialistas revolucionarios a tomar el poder, que apareci� tan tr�gicamente en las jornadas de julio, los perdi� definitivamente en el esp�ritu del pueblo y prepar� la victoria de los bolcheviques.

La tarea central de la Cuarta Internacional consiste en liberar al proletariado de la vieja direcci�n, cuyo esp�ritu conservador est� en completa contradicci�n con la situaci�n catastr�fica del capitalismo en su decadencia y es el principal freno del progreso hist�rico. La acusaci�n capital que la IV Internacional lanza contra las organizaciones tradicionales del proletariado es la de que ellas no quieren separarse del semi-cad�ver de la burgues�a.

En estas condiciones la reivindicaci�n dirigida sistem�ticamente a la vieja direcci�n: "�Romped con la burgues�a, tomad el poder!" es un instrumento extremada�mente importante para descubrir el car�cter traidor de los partidos y organizaciones de las II y III Internacional es as� como tambi�n de la Internacional de Amsterdam.

La consigna de �gobierno obrero y campesino� es empleada por nosotros, �nicamente, en el sentido que ten�a en 1917 en boca de los bolcheviques, es decir, como una consigna anti-burguesa y anti-capitalista, pero en ning�n caso en el sentido �democr�tico� que posteriormente le han dado los ep�gonos haciendo, de ella, que era un puente a la revoluci�n, la principal barrera en su camino.

Nosotros exigimos de todos los partidos y organizaciones que se apoyan en los obreros y campesinos, que rompan pol�ticamente con la burgues�a y tomen el carro campesino. En este camino de la lucha por el poder obrero prometemos un completo apoyo contra la reacci�n capitalista. Al mismo tiempo desarrollamos una agitaci�n incansable alrededor de las reivindicaciones que deben constituir, en nuestra opini�n, el programa del �gobierno obrero y campesino�.

�Es posible la creaci�n del gobierno obrero y campesino por las organizaciones obreras tradicionales? La experiencia del pasado demuestra, como ya lo hemos dicho, que esto es por lo menos, poco probable. No obstante no es posible negar categ�rica�mente a priori la posibilidad te�rica de que bajo la influencia de una combinaci�n muy excepcional (guerra, derrota, crack financiero, ofensiva revolucionaria de las masas, etc...)Los partidos peque�o burgueses sin excepci�n a los stalinistas, pueden llegar m�s lejos de lo que ellos quisieran en el camino de una ruptura con la burgues�a. En cualquier caso una cosa est� fuera de dudas: a�n en el caso de que esa variante poco probable llegara a realizarse en alguna parte y un �gobierno obrero y campesino� - en el sentido indicado m�s arriba- llegara a constituirse, no representar�a m�s que un corto episodio en el camino de la verdadera dictadura del proletariado.

Pero es in�til perderse en conjeturas. La agitaci�n bajo la consigna de gobierno obrero y campesino tiene en todos los casos un enorme valor educativo. Y no es por azar: esta consigna, completamente general sigue la l�nea del desarrollo pol�tico de nuestra �poca (bancarrota, disgregaci�n de los viejos partidos burgueses, quiebre de la democracia, auge del fascismo, aspiraci�n creciente de los trabajadores a una pol�tica m�s activa y m�s ofensiva). Es por eso que cada una de nuestras reivindicaciones transitorias debe conducir a una sola y misma conclusi�n pol�tica: los obreros deben romper con todos los partidos tradicionales de la burgues�a para establecer en com�n con los campesinos su propio poder.

Es imposible prever cu�les ser�n las etapas concretas de la movilizaci�n revolucionaria de las masas. Las secciones de la IV Internacional deben orientarse en forma cr�tica a cada nueva etapa y lanzar las consignas que apoyen las tendencias de los obreros a una pol�tica independiente, profundicen el car�cter de clase de esta pol�tica, destruyan las ilusiones pacifistas y reformistas, refuercen la ligaz�n de la envergadura con las masas y preparen la toma revolucionar�a del poder.

 

 

LOS SOVIETS

Los comit�s de f�brica son como se ha dicho un elemento de la dualidad del poder en la f�brica. Es por eso que su existencia s�lo es posible bajo las condiciones de una creciente presi�n de las masas. Esto tambi�n es cierto para las agrupaciones de masa para la lucha contra la guerra; para los comit�s de control de precios y para los otros centros de movimiento cuya acci�n testifica, por s� misma que la lucha de clases ha rebasado el cuadro de las organizaciones tradicionales del proletariado.

No obstante estos nuevos organismos y centros sentir�n su falta de cohesi�n y su insuficiencia. Ninguna de las reivindicaciones transitorias puede ser completamente realizada con el mantenimiento del r�gimen burgu�s. Adem�s de la agudizaci�n de la crisis social aumentar� no s�lo el sufrimiento de las masas sino que tambi�n su impaciencia, su firmeza y su esp�ritu de ofensiva. Capas siempre nuevas de oprimidos levantar�n la cabeza y lanzar�n sus reivindicaciones millones de necesitados, en que los jefes reformistas nunca pensaron, comenzar�n a golpear a las puertas de las organizaciones obreras. Los desocupados entrar�n en el movimiento. Los obreros agr�colas, los campesinos arruinados o semi-arruinados, las capas proletarizadas de la intelectualidad, todos buscar�n un reagrupamiento y una direcci�n. �C�mo armonizar las diversas reivindicaciones y formas de lucha aunque s�lo sea en los limites de una ciudad? La historia ya ha respondido a este problema: por medio de los soviets (Consejos) que re�nen los representantes de todos los grupos de lucha. Nadie ha propuesto hasta ahora ninguna forma de organizaci�n y es dudoso que se pueda inventar otra. Los soviets no est�n ligados a ning�n programa a priori. Abren sus puertas a todos los explotados. Por esta puerta pasan los representantes de las capas que son arrastradas por el torrente general de la lucha. La organizaci�n se extiende con el movimiento y se renueva constantemente y profundamente. Todas las tendencias pol�ticas del proletariado pueden luchar por la democracia del soviets sobre la base de la m�s amplia democracia. Es por eso que la consigna de los soviets es el coronamiento del programa de reivindicaciones transitorias.

Los soviets no pueden nacer sino donde el movimiento de las masas entra en una etapa abiertamente revolucionaria. En tanto que eje alrededor del cual se unifican decenas de millones de trabajadores, los soviets desde el momento de su aparici�n se constituyen en rivales adversarios de las autoridades locales y, en seguida, del mismo gobierno central. Si el comit� de f�brica crea los elementos de la dualidad del poder en la f�brica, los soviets abren un per�odo de dualidad del poder en el pa�s.

La dualidad del poder es a su vez el punto culminante del per�odo de transici�n. Dos reg�menes, el burgu�s y el proletario, se oponen, hostilmente uno al otro. El choque entre ambos es inevitable. De la salida de �ste depende la suerte de la sociedad. En caso de derrota de la revoluci�n, la dictadura fascista de la burgues�a. En caso de victoria, el poder de los soviets, es decir, la dictadura del proletariado y la reconstrucci�n socialista de la sociedad.

 

 

LOS PAISES ATRASADOS Y EL PROGRAMA DE REIVINDICACIONES TRANSITORIAS

Los pa�ses coloniales y semi-coloniales son por su misma naturaleza pa�ses atrasados. Pero estos pa�ses atrasados viven en las condiciones de la dominaci�n mundial del imperialismo. Es por eso que su desarrollo tiene un car�cter combinado: re�nen al mismo tiempo las formas econ�micas m�s primitivas y la �ltima palabra de la t�cnica y de la civilizaci�n capitalista. Esto es lo que determina la pol�tica del proletariado de los pa�ses atrasados: est� obligado a combinar la lucha por las tareas m�s elementales de la independencia nacional y la democracia burguesa con la lucha socialista contra el imperialismo mundial. Las reivindicaciones democr�ticas, las reivindicaciones transitorias y las tareas de la revoluci�n socialista no est�n separadas en la lucha por etapas hist�ricas sino que surgen inmediatamente las unas de las otras. Habiendo apenas comenzado a edificar sindicatos el proletariado chino se vio ya obligado a pensar en los soviets. En este sentido, el presente programa es plenamente aplicable a los pa�ses coloniales y semi-coloniales, al menos en aquellos que el proletariado es ya capaz de tener una pol�tica independiente.

Los problemas centrales de los pa�ses coloniales y semi-coloniales son: la revoluci�n agraria, es decir, la liquidaci�n de la herencia feudal y la independencia nacional, es decir, el sacudimiento del yugo imperialista. Estas dos tareas est�n estrechamente ligadas la una a la otra.

Es imposible rechazar pura y simplemente el programa democr�tico; es necesario que las masas por s� mismo sobrepasen este programa en la lucha. La consigna de la Asamblea Nacional (o Constituyente) conserva todo su valor en pa�ses como la China o la India. Es necesario ante todo armar a los obreros de este programa democr�tico. S�lo ellos pueden levantar y unir a los campesinos. Sobre la base del programa democr�tico revolucionario es necesario oponer los obreros a la burgues�a "nacional". A una cierta etapa de la movilizaci�n de las masas bajo las consignas de la democracia revolucionaria, los soviets pueden y deben surgir. Su rol hist�rico en cada per�odo dado, en particular su relaci�n con la Asamblea Nacional, est� determinado por el nivel pol�tico del proletariado, por la ligaz�n entre �ste y la clase campesina, por el car�cter de la pol�tica del proletariado. Tarde o temprano los soviets deben derribar a la democracia burguesa. S�lo ellos son capaces de llevar hasta el final la revoluci�n democr�tica y abrir as� la etapa de la revoluci�n socialista.

El peso espec�fico de las diversas reivindicaciones democr�ticas y transitorias en la lucha del proletariado, su ligaz�n rec�proca, su orden de sucesi�n, est� determinado por las particularidades y condiciones propias de cada pa�s atrasado, en una parte considerable, por su grado de atraso. No obstante la direcci�n general del desarrollo revolucionario puede ser determinada por la f�rmula de la revoluci�n permanente en el sentido que definitivamente han dado a esta f�rmula las tres revoluciones de Rusia (1905, febrero de 1917 y octubre de 1917).

La Internacional "Comunista" ha dado a los pa�ses atrasados el ejemplo cl�sico de la manera c�mo se puede causar la ruina de una revoluci�n llena de fuerza y de promesas cuando en la impetuosa alza del movimiento de masas en China en 1925-1927. la I.C. no lanz� la consigna de la Asamblea nacional y al mismo tiempo prohibi� la formaci�n de los soviets. El partido burgu�s del Kuo-Min-Tang deb�a seg�n el plan de Stalin "reemplazar" a la vez a la Asamblea Nacional y a los Soviets. Despu�s del hundimiento inevitable de la insurrecci�n de Cant�n. la I.C. tom� el camino de la guerra de guerrillas y de los soviets campesinos con una completa pasividad del proletariado industrial. Conducida por este camino a una impasse la I.C. aprovech� la guerra Chino-Japonesa para liquidar de un plumazo la "China Sovi�tica" subordinando no solamente el "Ejercito Rojo" campesino sino tambi�n el llamado partido Comunista al Kuo-Min-Tang mismo, es decir de la burgues�a.

Despu�s de haber traicionado a la revoluci�n proletaria internacional en nombre de la amistad con los esclavistas democr�ticos, el KOMINTERN no pod�a dejar de traicionar igualmente la lucha emancipadora de los pueblos coloniales con un cinismo mucho mayor que con el que lo hiciera antes la II Internacional. La pol�tica de los �Frentes Populares� y de la "Defensa Nacional " tiene como uno de sus objetivos hacer con las centenas de millones de hombres de la poblaci�n colonial, carne de ca��n para el imperialismo democr�tico. La bandera de la lucha de la emancipaci�n de los pueblos coloniales, es decir, de m�s de la mitad de la humanidad, pasa definitivamente a manos de la IV Internacional

 

 

EL PROGRAMA DE REIVINDICACIONES TRANSITORIAS EN LOS PAISES FASCISTAS

Ha pasado bastante tiempo desde que los estrategas de la I.C. proclamaron que la victoria de Hitler no era m�s que un paso hacia la victoria de Thaelman. M�s de 5 a�os lleva pasados Thaelman en las prisiones de Hitler. Mussohni mantiene a Italia bajo el fascismo desde hace m�s de 16 a�os. Mientras tanto, todos los partidos de la Segunda y Tercera Internacionales se han mostrado impotentes no solamente para provocar un movimiento de masas sino tambi�n para crear una organizaci�n ilegal seria que pueda compararse, aunque s�lo sea en cierta medida a los partidos revolucionarios rusos de la �poca del zarismo.

No hay ninguna raz�n para ver la causa de estos fracasos en la potencia de la ideolog�a fascista. Mussolini no tuvo jam�s ideolog�a alguna y la ideolog�a de Hitler nunca ha sido tomada en serio por los obreros. Las capas de la poblaci�n a las que el fascismo, en un momento dado, hab�a seducido, es decir, las clases medias, sobre todo, han tenido tiempo de desilucionarse. El hecho de que la peque�a oposici�n existente se limite a los medios clericales protestantes y cat�licos, no se explica por la potencia de las teor�as semi-delirantes, semi-charlatanescas de la "raza', y de la "sangre" sino ideolog�as de la democracia y del KOMINTERN.

Despu�s del hundimiento de la Comuna de Paris, una reacci�n aplastante se prolong� cerca de 8 a�os. Despu�s de la derrota de la revoluci�n rusa en 1905 las masas obreras quedaron abatidas por casi el mismo tiempo. No obstante en los dos casos no se trat� m�s que de derrotas f�sicas determinadas por la correlaci�n de fuerzas. En Rusia se trataba, por otra parte, de un proletariado casi virgen. La fracci�n de los Bolcheviques no contaba entonces m�s de tres a�os. La situaci�n era completamente diferente en Alemania donde la direcci�n pertenec�a a potentes partidos los cuales uno ten�a 70 a�os de existencia y el otro cerca de 15. Estos dos partidos que ten�an millones de electores se encontraron moralmente paralizados ante la lucha y se rindieron sin combate. No ha habido jam�s cat�strofe parecida en la historia el proletariado alem�n no ha sido batido por el enemigo en un combate; ha sido destruido por la cobard�a, la abyecci�n, la traici�n de sus propios partidos. Nada de extra�o tiene que haya perdido la fe en todo lo que estaba habituado a creer desde hace casi tres generaciones. La victoria de Hitler a su vez ha reforzado a Mussolini.

La falta de �xito real del trabajo revolucionario en Italia y en Alemania no tiene otra raz�n que la pol�tica criminal de la social democracia y del Comintern. Para realizar un trabajo ilegal es necesario no solamente la simpat�a de las masas, sino tambi�n el entusiasmo consciente de sus capas m�s avanzadas. �Pero puede esperarse el entusiasmo en organizaciones que hist�ricamente est�n en quiebra? Los jefes emigrados son sobre todo agentes del Kremlin o de la G.P.U., desmoralizados hasta la m�dula de los huesos, o antiguos ministros social-dem�cratas de la burgues�a, que esperan que el milagro los obreros le devolver�n sus puestos perdidos. �Es posible imaginar, aunque s�lo sea por un momento a estos se�ores en el papel de futuros l�deres de la revoluci�n anti�fascista?

Los acontecimientos sobre la arena mundial tampoco han favorecido una conmoci�n revolucionaria en Italia y Alemania: aplastamiento de los obreros austria�cos, derrota de la revoluci�n espa�ola, degeneraci�n del Estado Sovi�tico. En la medida en que los obreros italianos y alemanes dependen de la radio para su informaci�n pol�tica, se puede decir con seguridad que las emisiones de Mosc�, que combinan la mentira termidoriana a la estupidez y la impotencia, constituyen un potente factor de desmoralizaci�n para los obreros de los pa�ses totalitarios. En este aspecto como en otros Stalin no es m�s que un auxiliar de Goebbels.

No obstante, los antagonismos de clase que han conducido a la victoria del fascismo, contin�an su trabajo a�n bajo su dominaci�n y lo roen poco a poco. El descontento de las masas crece. Centenares de miles de obreros abnegados contin�an, a pesar de todo, un trabajo prudente de topos revolucionarios. J�venes generaciones que no han sufrido directamente el hundimiento de las grandes tradiciones y de las grandes esperanzas, se levantan. La preparaci�n molecular de la revoluci�n est� en marcha bajo la pesada loza del r�gimen totalitario. Pero para que la energ�a escondida se transforme en movimiento, es necesario que la vanguardia del proletariado haya encontrado una nueva perspectiva, un nuevo r�gimen, un nuevo programa, una nueva bandera sin tacha.

Es esta la principal dificultad. Es extremadamente dif�cil para los obreros de los pa�ses fascistas orientarse en los nuevos programas. La verificaci�n de un programa se hace por la experiencia. Es precisamente la experiencia del movimiento de masas lo que falta en los pa�ses de despotismo totalitario. Es muy probable que sea necesario un gran �xito del proletariado en uno de los pa�ses "democr�ticos" para dar un impulso al movimiento revolucionario en los pa�ses dominados por el fascismo.

Una cat�strofe financiera o militar puede tener el mismo efecto. Es necesario realizar actualmente un trabajo preparatorio, sobre todo de propaganda, que no dar� frutos abundantes sino en el porvenir.

Desde ya se puede afirmar con plena certeza: una vez que haya alumbrado el gran d�a, el movimiento revolucionario en los pa�ses fascistas tomar� de golpe una extensi�n grandiosa y no se detendr� para resucitar cad�veres como el de Weimar.

Es sobre este punto que comienza la divergencia irreductible entre la IV Internacional y los viejos partidos que sobreviven f�sicamente a su bancarrota. El "Frente Popular" en la emigraci�n es una de las variedades m�s nefastas y m�s traidoras de todos los frentes populares posibles. Significa en el fondo la nostalgia impotente de una coalici�n con una burgues�a liberal inexistente. Si tuviera alg�n �xito, no habr�a m�s que preparar una serie de nuevas derrotas del proletariado a la manera espa�ola. Es por eso que la propaganda despiadada contra la teor�a y la pr�ctica del Frente Popular es la primera condici�n de la lucha revolucionaria contra el fascismo.

Esto no significa que la IV Internacional rechace las consignas democr�ticas. Al contrario, y en todas partes bajo su propia bandera. Propone abiertamente su programa al proletariado de los pa�ses fascistas. Desde ahora los obreros avanzados del mundo entero est�n firmemente convencidos que el derrumbamiento de Mussolini y de Hitler y de sus agentes e imitadores, se producir� bajo la direcci�n de la IV Internacional.

 

 

LA SITUACION DE LA U.R.S.S. Y LAS TAREAS DE LA EPOCA DE TRANSICI�N

La Uni�n Sovi�tica ha salido de la revoluci�n de Octubre como un Estado obrero. La propiedad estatal de los medios de producci�n, condici�n necesaria del desarrollo socialista, ha abierto la posibilidad de un crecimiento r�pido de las fuerzas productivas. El aparato del Estado obrero, aislado, sufri� mientras tanto una completa degeneraci�n, transform�ndose de instrumento de la clase obrera, en instrumento de violencia burocr�tica contra la clase obrera y en forma creciente, en instrumento de sabotaje de la econom�a. La burocratizaci�n de un Estado obrero, atrasado y aislado, y la transformaci�n de la burocracia en casta privilegiada omnipotente, es la refutaci�n m�s convincente -no solamente te�rica sino pr�ctica- de la teor�a del socialismo en un solo pa�s.

As�, el r�gimen de la URSS encierra contradicciones amenazantes. Pero contin�a siendo un r�gimen de Estado Obrero degenerado. Tal es el diagn�stico social.

El pron�stico pol�tico tiene un carecer alternativo: o la burocracia se transforma cada vez m�s en �rgano de la burgues�a mundial dentro del Estado Obrero, derriba las nuevas formas de propiedad y vuelve el pa�s al capitalismo; o la clase obrera aplasta a la burocracia y abre el camino hacia el socialismo.

Para las secciones de la IV Internacional los procesos de Mosc� no son una sorpresa, ni el resultado de la demencia personal del dictador del Kremlin, sino los productos leg�timos del Termidor. Han nacido de fricciones intolerables que existen en el interior de la burocracia sovi�tica, fricciones que a su vez reflejan las contradicciones entre la burocracia y el pueblo y tambi�n los antagonismos que se profundizan en el seno del mismo "pueblo". La naturaleza sangrienta y fant�stica de los juicios dan el grado de intensidad de esas contradicciones y predicen la proximidad del desenlace.

Las declaraciones p�blicas de ex agentes del Kremlin en el extranjero que se han negado a regresar a Mosc�, han confirmado irrefutablemente, de su parte, que en el seno de la burocracia existen todos los matices del pensamiento pol�tico: desde el verdadero bolchevismo (I. Reiss) hasta el fascismo acabado (Th. Butenko). Los elementos revolucionarios de la burocracia, que constituyen una �nfima minor�a, reflejan, pasivamente, es cierto, los intereses socialistas del proletariado. Los elementos fascistas contrarrevolucionarios, cuyo n�mero aumenta sin cesar, expresan en forma cada vez m�s consecuente los intereses del imperialismo mundial. Estos candidatos al rol de "compradores" piensan, no sin raz�n, que la nueva capa dirigente no puede asegurar su posici�n privilegiada sin renunciar a la nacionalizaci�n, a la colectivizaci�n y al monopolio del comercio exterior en nombre de la asimilaci�n de la "civilizaci�n occidental", vale decir, del capitalismo. Entre estos dos polos se reparten las tendencias intermedias, m�s o menos vagas, de car�cter menchevique, socialista-revolucionario o liberal, que gravitan hacia la democracia burguesa.

En la llamada sociedad "sin clases" existen, sin ninguna duda, los mismos agrupamientos que en la burocracia, pero con una expresi�n menos clara y expresados en proporci�n inversa: son las tendencias capitalistas concientes, predominantes sobre todo, en las capas m�s pr�speras de los kolkoses, pero que representan una peque�a minor�a de la poblaci�n. Pero encuentran una amplia base en las tendencias peque�o burguesas a la acumulaci�n que nacen de la miseria general y que la burocracia alienta concientemente.

Sobre este sistema de antagonismo crecientes que destruyen, cada vez m�s, el equilibrio social, se mantiene, por m�todos de terror, una oligarqu�a termidoriana, que por ahora se reduce sobre todo a la camarilla bonapartista de Stalin.

Los �ltimos procesos han sido un golpe contra la izquierda. Esto es cierto tambi�n respecto a la represi�n contra los jefes de la oposici�n de derecha, porque desde el punto de vista de los intereses y de las tendencias de la burocracia, el grupo de derecha del viejo partido bolchevique, representa un peligro de izquierda. El hecho de que la camarilla bonapartista, temerosa tambi�n de sus aliados de derecha, del g�nero de Butenko, se haya visto obligada, para asegurar su mantenimiento, a recurrir a la exterminaci�n, casi general de la vieja generaci�n de bolcheviques es la prueba indiscutible de la vitalidad de las tradiciones revolucionarias en las masas y del descontento creciente de las mismas.

Los dem�cratas peque�o-burgueses de Occidente, que aceptaban todav�a ayer los procesos de Mosc� como moneda corriente, repiten ahora con insistencia que �en la U.R.S.S. no hay trotskismo ni trotskistas�. Pero no explican por qu�, toda la depuraci�n se hace bajo el signo de la lucha contra este peligro. Si se toma el �trotskismo� como un programa acabado y con m�s raz�n como una organizaci�n, �el trotskismo� es sin duda, en la U.R.S.S., extremadamente d�bil. No obstante, su fuerza invencible reside en ser la representaci�n, no solamente de la tradici�n revolucionaria, sino tambi�n de la oposici�n actual de la clase obrera. El odio social de los obreros por la burocracia, es precisamente lo que a los ojos de la camarilla staliniana es el trotskismo. Teme mortalmente, y con mucha raz�n, la vinculaci�n de la sorda indignaci�n de los trabajadores con la organizaci�n de la IV Internacional.

La exterminaci�n de la vieja generaci�n de bolcheviques y de representantes revolucionarios de la generaci�n media y joven ha destruido todav�a m�s el equilibrio pol�tico en favor a la derecha, burguesa, de la burocracia, en todo el pa�s. Es de ah�, es decir, de la derecha, que se puede esperar en el pr�ximo periodo, tentativas cada vez m�s resueltas de reconstruir el r�gimen social de la U.R.S.S. aproxim�ndolo a la �civilizaci�n occidental�, ante todo en su forma fascista.

Esta perspectiva da un car�cter muy concreto a la cuesti�n de la "defensa de la U.R.S.S.". Si ma�ana el grupo burgu�s-fascista o, por as� decir, la "fracci�n Butenko" entra en la lucha por la conquista del poder, la "fracci�n Reiss" tomar� inevitablemente su lugar del otro lado de la barricada. Siendo moment�neamente el aliado de Stalin, esta �ltima defender�a, no a la camarilla bonapartista de �ste, sino la base social de la U.R.S.S., es decir, la propiedad arrancada a los capitalistas y transformada en propiedad del Estado. Si la "fracci�n Butenko" se encuentra en alianza militar con Hitler, la "fracci�n Reiss" defender� a la U.R.S.S. contra la intervenci�n militar, en el interior de la U.R.S.S. como sobre la arena mundial. Cualquier otra conducta ser�a una traici�n.

No es posible negar por adelantado la posibilidad, en casos estrictamente determinados, de un "frente �nico" con la parte termidoriana de la burocracia contra la ofensiva abierta de la contra revoluci�n capitalista, pero la tarea pol�tica principal en la U.R.S.S. sigue siendo, a pesar de todo, el derrocamiento de la burocracia termidoriana. Cada d�a a�adido a su dominaci�n contribuye a socavar los cimientos de los elementos socialistas de la econom�a y aumentar las posibilidades de la restauraci�n capitalista. En el mismo sentido gravita la Internacional "Comunista" agente y c�mplice de camarilla stalinista en el sofocamiento de la revoluci�n espa�ola y la desmoralizaci�n del proletariado internacional.

Al igual que en los pa�ses fascistas, la principal fuerza de la burocracia no est� en ella misma, sino en el desaliento de las masas, en la falta de una perspectiva nueva. Al igual que en los pa�ses fascistas, de los cuales el aparato pol�tico de Stalin difiere s�lo en ser de una crudeza m�s desenfrenada, s�lo un trabajo preparatorio de propaganda es actualmente posible en la U.R.S.S. Al igual que en los pa�ses fascistas, la impulsi�n para el movimiento revolucionario de los obreros sovi�ticos ser� dada, muy probablemente, por acontecimientos exteriores. La lucha contra el KOMINTERN sobre la arena mundial es actualmente la parte m�s importante de la lucha contra la dictadura stalinista. Muchos indicios permiten creer que la disgregaci�n del KOMINTERN, que no tiene apoyo directo en la G.P.U., preceder� la ca�da de la camarilla bonapartista y de toda la burocracia termidoriana en general.

El nuevo auge de la revoluci�n en la U.R.S.S. comenzar� sin ninguna duda, bajo la bandera de la lucha contra la desigualdad social y la opresi�n pol�tica.  

� Abajo los privilegios de la burocracia!

 � Abajo el stajanovismo!

 � Abajo la aristocracia sovi�tica con sus grados y decoraciones!

 �M�s igualdad en el salario de todas las formas de trabajo!  

 

La lucha por la libertad de los sindicatos y los comit�s de f�brica, por la libertad de reuni�n y de prensa, se desarrollar� en lucha por el renacimiento y regeneraci�n de la democracia sovi�tica.

La burocracia ha reemplazado a los soviets, en sus funciones de �rgano de clase, por la ficci�n del sufragio universal, al estilo de Hitler-Goebbels. Es necesario devolver a los soviets no solamente su libre forma, democr�tica, sino tambi�n su contenido de clase. De la misma manera que antes la burgues�a y los Kulaks no eran admitidos en los soviets, ahora la burocracia y la nueva aristocracia deben ser arrojada de los soviets. En los soviets no hay lugar m�s que para los obreros, para los miembros de base de los Koljoses, los campesinos y los soldados rojos.

La democratizaci�n de los soviets es inconcebible sin la legalizaci�n de los partidos sovi�ticos. Los obreros y los campesinos, por s� mismos y por su libre sufragio decidir�n qu� partidos ser�n considerados como partidos sovi�ticos.

�Revisi�n completa de la econom�a planificada en inter�s de los productores y consumidores! Se debe devolver el derecho de control de la producci�n a los Comit�s de f�brica. La cooperativa de consumos, democr�ticamente organizada, debe controlar la calidad de los productos y sus precios.

�Reorganizaci�n de los Koljoses de acuerdo con la voluntad e inter�s de los trabajadores que los integran!

La pol�tica internacional conservadora de la burocracia debe ser reemplazada por la pol�tica del internacionalismo proletario. Toda la correspondencia diplom�tica del Kremlin debe ser publicada. �Abajo la diplomacia secreta!

Todos los procesos pol�ticos montados por la burocracia termidoriana deben ser revisados, bajo una publicidad completa y un libre examen. Los organizadores de las falsificaciones deben sufrir el merecido castigo.

Es imposible realizar este programa sin el derrocamiento de la burocracia que se mantiene por la violencia y la falsificaci�n. S�lo el levantamiento revolucionario victorioso de las masas oprimidas puede regenerar el r�gimen sovi�tico y asegurar la marcha adelante hacia el socialismo. S�lo el partido de la IV Internacional es capaz de dirigir a las masas sovi�ticas a la insurrecci�n.  

�Abajo la camarilla bonapartista del Ca�n-Stalin!

�Viva la democracia sovi�tica!

�Viva la revoluci�n socialista internacional!

 

 

CONTRA EL OPORTUNISMO Y EL REVISIONISMO SIN PRINCIPIOS

La pol�tica del partido de Le�n Blum en Francia demuestra nuevamente que los reformistas son incapaces de aprender nada de las lecciones de la historia. La social democracia francesa copia servilmente la pol�tica de la social democracia alemana y marcha hacia la misma cat�strofe. En las �ltimas d�cadas, la Segunda Internacional ha ligado estrechamente su destino al r�gimen democr�tico burgu�s y est� pudri�ndose a la par de �l.

La Tercera Internacional ha entrado en el camino del reformismo precisamente ahora que la crisis del capitalismo ha puesto definitivamente en el orden del d�a a la revoluci�n proletaria. La pol�tica actual de la II Internacional en Espa�a y en China, que consiste en arrastrarse ante la burgues�a "nacional" y "democr�tica", revela que �sta tampoco es capaz de cambiar ni de aprender nada. La burocracia, que en la U.R.S.S. se ha convertido en una fuerza reaccionaria, no puede desempe�ar un papel revolucionario en el orden internacional.

En su conjunto, el anarcosindicalismo ha experimentado una evoluci�n del mismo g�nero. En Francia, la burocracia sindical de Le�n Jouhaux desde hace mucho tiempo se ha convertido en una agencia de la burgues�a en el seno de la clase obrera. En Espa�a, el anarcosindicalismo se desprendi� de su revolucionarismo de fachada, desde que apareci� la revoluci�n, y se convirti� en la quinta rueda del carro de la democracia burguesa.

Las organizaciones intermedias centristas, que se agrupan en torno al Bureau de Londres, no son m�s que ap�ndices "izquierdistas", poniendo en evidencia su absoluta incapacidad para orientarse en una situaci�n hist�rica y deducir conclusiones revolucionarias. Su punto culminante fue alcanzado por el P.O.U.M. espa�ol que frente a una situaci�n revolucionaria result� ser completamente incapaz de tener una pol�tica revolucionaria. Las tr�gicas derrotas que el proletariado mundial viene sufriendo desde hace una larga serie de a�os han llevado a las organizaciones oficiales a un conservadurismo todav�a m�s acentuado y, al mismo tiempo, a los "revolucionarios" peque�o-burgueses decepcionados, a buscar "nuevos" caminos. Como siempre en las �pocas de reacci�n y decadencia, por todas partes aparecen magos y charlatanes que quieren revisar todo el desenvolvimiento del pensamiento revolucionario. En lugar de aprender del pasado, lo "corrigen". Unos descubren la inconsistencia del marxismo, otros proclaman la quiebra del bolchevismo. Unos adjudican a la doctrina revolucionaria la responsabilidad de los cr�menes y errores de quienes lo traicionan. Otros maldicen a la medicina porque no asegura una curaci�n inmediata y milagrosa. Los m�s audaces prometen descubrir una panacea y mientras tanto recomiendan que se detenga la lucha de clases. Numerosos profetas de la nueva moral se disponen a regenerar al movimiento obrero con ayuda de una homeopat�a �tica. La mayor�a de estos ap�stoles se han convertido en inv�lidos morales sin batalla. As�, con el ropaje de revelaciones deslumbradoras no se ofrecen al proletariado m�s que viejas recetas enterradas desde hace mucho tiempo en los archivos del socialismo anterior a Marx.

La IV Internacional declara una guerra implacable a las burocracias de la II y de la III Internacionales, de la Internacional de Amsterdam y de la Internacional anarcosindicalista, lo mismo que a sus sat�lites centristas; al reformismo sin reformas, al democratismo aliado a la G.P.U., al pacifismo sin paz, al anarquismo al servicio de la burgues�a, a los "revolucionarios" que temen mortalmente a la revoluci�n. Todas estas organizaciones no son promesas del porvenir sino supervivencias podridas del pasado. La �poca de las guerras y de las revoluciones no dejar� ni rastros de ellas.

La IV Internacional no busca ni inventa ninguna panacea. Se mantiene enteramente en el terreno del marxismo, �nica doctrina revolucionaria que permite comprender la realidad, descubrir las causas de las derrotas y preparar conscientemente la victoria. La IV Internacional contin�a la tradici�n del bolchevismo que por primera vez mostr� al proletariado c�mo conquistar el poder. La Cuarta Internacional desecha a los magos, charlatanes y profesores de moral. En una sociedad basada en la explotaci�n, la moral suprema es la de la revoluci�n socialista. Buenos son los m�todos que elevan la conciencia de clase de los obreros, la confianza en sus fuerzas y su esp�ritu de sacrificio en la lucha. Inadmisibles son los m�todos que inspiran el miedo y la docilidad de los oprimidos contra los opresores, que ahogan el esp�ritu de rebeld�a y de protesta, o que reemplazan la voluntad de las masas por la de los jefes, la persuasi�n por la coacci�n y el an�lisis de la realidad por la demagogia y la falsificaci�n. He aqu� por qu� la social democracia, que ha prostituido el marxismo tanto como el stalinismo, ant�tesis del bolchevismo, son los enemigos mortales de la revoluci�n proletaria y de la moral de la misma.

Mirar la realidad cara a cara, no buscar la l�nea de la menor resistencia, llamar a las cosas por su nombre, decir la verdad a las masas por amarga que ella sea, no temer los obst�culos, ser fiel en las peque�as y en las grandes cosas, ser audaz cuando llegue la hora de la acci�n, tales son las reglas de la IV Internacional. Ella ha mostrado que sabe marchar contra la corriente. La pr�xima ola hist�rica la pondr� sobre su cresta.

 

 

CONTRA EL SECTARISMO

Bajo la influencia de la traici�n y de la degeneraci�n de las organizaciones hist�ricas del proletariado, en la periferia de la IV Internacional han nacido o han degenerado grupos y formaciones sectarias de diferentes g�neros. En su base estos n�cleos se niegan a luchar por los intereses y las necesidades elementales de las masas, tal como ellas son. La preparaci�n de la revoluci�n significa para los sectarios convencerse a s� mismos de las ventajas del socialismo. Proponen volver la espalda a los viejos sindicatos, esto es, a decenas de millones de obreros. �Como si las masas pudieran vivir fuera de las condiciones reales de la lucha de clases! Permanecen indiferentes ante la lucha interna de las organizaciones reformistas. �Como si se pudiera conquistar a las masas sin intervenir en esa lucha! Se reh�san a hacer en la pr�ctica una diferencia entre la democracia burguesa y el fascismo. �C�mo si las masas no sintieran esa diferencia a cada paso!

Los sectarios s�lo son capaces de distinguir dos colores: el blanco, y el negro. Para no exponerse a la tentaci�n, simplifican la realidad. Reh�san establecer diferencias entre los campos en lucha en Espa�a por la raz�n de que los dos campos tienen un car�cter burgu�s. Y piensan, por la misma raz�n, que es necesario permanecer neutral en la guerra de Jap�n contra China. Niegan la diferencia de principios entre U.R.S.S. y los pa�ses burgueses y se reh�san, vista la pol�tica reaccionaria de la burocracia sovi�tica, a defender contra el imperialismo las formas de propiedad creadas por la revoluci�n de Octubre.

Incapaces de encontrar acceso a las masas las acusan de incapacidad para elevarse hasta las ideas revolucionarias. Estos profetas est�riles no ven la necesidad de tender el puente de las reivindicaciones transitorias, porque tampoco tienen el prop�sito de llegar a la otra orilla. Como mula de noria, repiten, constantemente las mismas abstracciones vac�as. Los acontecimientos pol�ticos no son para ello la ocasi�n de lanzarse a la acci�n, sino de hacer comentarios. Los sectarios del mismo modo que los conlusionistas y los magos, al ser constantemente desmentidos por la realidad, viven en un estado de continua irritaci�n, se lamentan incesantemente del "r�gimen" y de los "m�todos" y se dedican a mezquinas intrigas. Dentro de su propio c�rculo, estos se�ores com�nmente ejercen un r�gimen desp�tico. La postraci�n pol�tica del sectarismo no hace m�s que seguir como una sombra a la postraci�n del oportunismo, sin abrir perspectivas revolucionarias. En la pol�tica pr�ctica los sectarios se unen a cada paso a los oportunistas, sobre todo a los centristas, para luchar contra el marxismo.

La mayor�a de los grupos y camarillas sectarias de esta �ndole, que se nutren de las migajas ca�das de la mesa de la IV Internacional, llevan una existencia organizativa "Independiente" con grandes pretensiones, pero sin la menor posibilidad de �xito. Sin perder su tiempo, los bolcheviques leninistas pueden abandonarlos tranquilamente a su propia suerte.

No obstante, tambi�n en nuestras propias filas se encuentran tendencias que ejercen una influencia funesta sobre el trabajo de algunas secciones. Es algo que no debe tolerarse un solo d�as m�s. La condici�n fundamental para pertenecer a la IV Internacional es una pol�tica justa respecto de los sindicatos. El que no busca ni encuentra el camino del movimiento de masas no es combatiente sino un peso muerto para el partido. Un programa no se crea para las redacciones, las salas de lectura o los centros de discusi�n, sino para la acci�n revolucionaria de millones de hombres. La premisa necesaria de los �xitos revolucionarios es la depuraci�n de la IV Internacional del sectarismo y de los sectarios incorregibles.

 

 

�PASO A LA JUVENTUD! �PASO A LAS MUJERES TRABAJADORAS!

La derrota de la revoluci�n espa�ola, provocada por sus �jefes�, la bancarrota vergonzosa del frente popular en Francia y la divulgaci�n de los actos de bandidaje judicial de Mosc�, son hechos que en su conjunto asestan a la III Internacional un golpe irreparable y, de paso, causan graves heridas a sus aliados, los socialdem�cratas y los anarcosindicalistas. Desde luego, esto no significa que los integrantes de esas organizaciones se orientar�n bruscamente hacia la IV Internacional. La generaci�n m�s vieja, que ha sufrido un terrible descalabro, en su mayor parte abandonar� el frente de batalla. De otra parte, la IV Internacional, de ning�n modo aspira a transformarse en un refugio de inv�lidos revolucionarios, bur�cratas y arribistas decepcionados. Por el contrario, contra la afluencia a nuestras filas de los elementos peque�o-burgueses que dominan en los aparatos dirigentes de las viejas organizaciones, es preciso adoptar las m�s estrictas medidas preventivas; un largo periodo de prueba para los candidatos que no son obreros, sobre todo, si se trata de ex-bur�cratas; prohibici�n de que ocupen puestos responsables en el partido durante los tres primeros a�os, etc... En la IV Internacional no hay lugar para el arribismo, c�ncer de las viejas internacionales. S�lo encontrar�n cabida en nuestras filas aquellos que quieran vivir para el movimiento y no a expensas del mismo.

Las puertas de la organizaci�n est�n completamente abiertas para los obreros revolucionarios, que son quienes deben sentirse due�os de la misma. Claro est� que a�n entre los obreros que en un tiempo ocuparon las primeras filas, actualmente hay no pocos fatigados y decepcionados. Por lo menos en su pr�ximo periodo se mantendr�n apartados. Con el desgaste del programa y de la organizaci�n manteniendo sobre sus hombros. El movimiento se renueva con la juventud, libre de toda responsabilidad del pasado.

La IV Internacional presta una atenci�n y un inter�s particular�simo a la joven generaci�n del proletariado. Toda su pol�tica se esfuerza por inspirar a la juventud confianza en sus propias fuerzas y en su porvenir. S�lo el entusiasmo fresco y el esp�ritu beligerante de la juventud pueden asegurar los primeros triunfos de la lucha y s�lo �stos devolver�n al camino revolucionario a los mejores elementos de la vieja generaci�n. Siempre fue as� y siempre ser� as�.

La marcha de las cosas lleva a todas las organizaciones oportunistas a concentrar su inter�s en las capas superiores de la clase obrera, y, en consecuencia, ignoran tanto a la juventud como a las mujeres trabajadoras. Ahora bien, la �poca de la declinaci�n del capitalismo asesta a la mujer sus m�s duros golpes tanto en su condici�n de trabajadora como de ama de casa. Las secciones de la IV Internacional deben buscar apoyo en los sectores m�s oprimidos de la clase trabajadora, y por tanto, entre las mujeres que trabajan. En ellas encontrar�n fuentes inagotables de devoci�n, abnegaci�n y esp�ritu de sacrificio.

�Abajo el burocratismo y el arribismo!

�Paso a la juventud!

�Paso a la mujer trabajadora!

 Tales son las consignas inscritas en la bandera de la Cuarta Internacional.

 

 

BAJO LA BANDERA DE LA CUARTA INTERNACIONAL

Los esc�pticos preguntan: �Pero ha llegado el momento de crear una nueva Internacional? Es imposible, dicen, crear "artificialmente" una Internacional. S�lo pueden hacerla surgir los grandes acontecimientos, etc. Lo �nico que demuestran todas estas expresiones es que los esc�pticos no sirven para crear una nueva Internacional. Por lo general, los esc�pticos no sirven para nada.

La Cuarta Internacional ya ha surgido de grandes acontecimientos; de las m�s grandes derrotas que el proletariado registra en la historia. La causa de estas derrotas es la degeneraci�n y la traici�n de la vieja direcci�n. La lucha de clases no tolera interrupciones. La Tercera Internacional, despu�s de la Segunda, ha muerto para la revoluci�n.

�Viva la Cuarta Internacional!

Pero los esc�pticos no se callan �Pero ha llegado ya el momento de proclamarla? La Cuarta Internacional- respondemos- no necesita ser "proclamada". Existe y lucha. �Es d�bil? S�, sus filas son todav�a poco numerosas porque todav�a es joven. Hasta ahora se compone sobre todo de cuadros dirigentes. Pero estos cuadros son la �nica esperanza del porvenir revolucionario, son los �nicos realmente dignos de este nombre. Si nuestra Internacional es todav�a num�ricamente d�bil, es fuerte por su doctrina, por su tradici�n, y el temple incomparable de sus cuadros dirigentes. Que esto no se vea hoy, no tiene mayor importancia. Ma�ana ser� m�s evidente.

La Cuarta Internacional goza ya desde ahora del justo odio de los stalinistas, de los social-dem�cratas, de las liberales burgueses y de los fascistas. No tiene ni puede tener lugar alguno en ning�n frente popular. Combate irreductiblemente a todos los grupos pol�ticos ligados a la burgues�a. Su misi�n consiste en aniquilar la dominaci�n del capital, su objetivo es el socialismo. Su m�todo, la revoluci�n proletaria. Sin democracia interna no hay educaci�n revolucionaria. Sin disciplina no hay acci�n revolucionaria. El r�gimen interior de la Cuarta Internacional se rige conforme a los principios del centralismo democr�tico: completa libertad en la discusi�n, absoluta unidad en la acci�n.

La crisis actual de la civilizaci�n humana es la crisis de la direcci�n proletaria. Los obreros revolucionarios agrupados en torno a la Cuarta Internacional se�alan a su clase el camino para salir de la crisis. Le proponen un programa basado en la experiencia internacional del proletariado y de todos los oprimidos en general, le proponen una bandera sin m�cula.

Obreros y Obreras de todos los pa�ses, agrupados bajo la bandera de la Cuarta Internacional.


�Es la bandera de vuestra pr�xima victoria!

 

 

 


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