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SERGIO ANDRÉS CABELLO
Domingo, 28 de octubre 2007, 02:49
Una de las consecuencias más relevantes de la transición a la democracia en España fue la constitución del Estado de las Autonomías. Y es que en este país el peso de las identidades regionales, locales o provinciales no es algo reciente, ni mucho menos. A lo largo de su Historia, España ha sido un territorio fragmentado en reinos, taifas, señoríos, provincias, regiones, etc. Con el fin de la dictadura, entre las primeras demandas se encontraban el reconocimiento de determinadas identidades colectivas y de instituciones de autogobierno. España salía de un Estado centralista que negaba la propia diversidad del país.
¿Qué ocurrió en la entonces Provincia de Logroño, que quería ser Rioja y acabó convirtiéndose en La Rioja? Si la consecución de la provincia en 1833 fue la primera delimitación político-administrativa de parte de un territorio denominado riojano, la Comunidad Autónoma de 1982 significó un salto fundamental. Como en el resto de España, la transición a la democracia en La Rioja estuvo marcada por la lucha por las libertades, la reivindicación de su identidad y la demanda de la autonomía.
Dos procesos
Fueron pocos años pero muy intensos y podemos diferenciar dos procesos, que funcionan como causa y consecuencia. El primero se desarrolló desde el comienzo de 1976 hasta finales de 1978, cuando se aprobó la Constitución el 6 de diciembre. El segundo comprendió desde ese momento hasta el 9 de junio de 1982, fecha de promulgación del Estatuto de Autonomía de La Rioja y de constitución de la Comunidad Autónoma. Si los primeros años se centraron en la reivindicación de la identidad riojana, en los segundos, consecuencia de los anteriores, se conseguirá la autonomía siguiendo los procedimientos marcados por la Constitución. Y es que este matiz es fundamental: antes de que se articulara el Estado de las autonomías y sus fórmulas de acceso al autogobierno, antes de que los propios partidos políticos nacionales hubiesen acordado cómo iba a ser la descentralización, en La Rioja, como en otras partes de España, había un movimiento social que reivindicaba su identidad como riojanos.
A comienzos de 1976 surgieron las primeras voces que cuestionaban el estado de La Rioja. Si bien es cierto que no estaban todavía muy articuladas, muchos de los elementos que se esgrimieron recuerdan a los que se dieron cuando se logró la provincia. Serían, como en ese momento, el agravio comparativo, la discriminación y el victimismo los factores que vertebraron el discurso riojanista. La situación de la región, como la mayoría de las del interior peninsular, no era muy favorable: el estado de las infraestructuras y las comunicaciones, el éxodo rural y la emigración a los centros industriales de otras regiones, la situación de la agricultura y las pocas posibilidades de desarrollo de la región. En un contexto en el que el mapa administrativo de España era una gran incógnita y la descentralización se veía como una necesidad imperiosa, vinculada tanto a la libertad y la democracia como a un mejor funcionamiento del aparato del Estado, se comenzaron a demandar soluciones para La Rioja. Por ejemplo, en enero de 1976 los diarios Nueva Rioja (actual La Rioja) y La Gaceta del Norte iniciaban una campaña solicitando un nuevo concierto económico de La Rioja con el Estado para alcanzar la igualdad entre las regiones y superar «el secular problema de la discriminación riojana frente a las provincias limítrofes».
Pero en el ámbito de la identidad y de lo simbólico otra campaña de Nueva Rioja mostró el calado de lo riojano: el cambio de nombre, Rioja por Logroño. Los riojanos nunca habían dejado de llamarse así a pesar de que la Provincia se denominaba como la capital. Esta situación también era vivida como una discriminación y un agravio. Fue en agosto de 1976 cuando este diario encuestó a treinta personalidades de la región preguntándoles acerca de su preferencia por Rioja o Logroño para denominar la provincia, entre otras cuestiones. Prácticamente todos los entrevistados apostaban por Rioja porque era el nombre de la región mientras que Logroño era la capital y no representaba al conjunto, así como creían que la personalidad del riojano era diferente a la de sus vecinos.
En los siguientes meses se fueron sumando más voces preocupadas por la situación de La Rioja y su identidad. Nacieron asociaciones como Amigos de La Rioja y el Colectivo Riojano, que junto con Nueva Rioja y el resto de los medios de comunicación jugaron un papel fundamental en el proceso. Como el mapa regional de España todavía estaba definiéndose, la principal preocupación era dónde encajaba La Rioja y el temor a que se reprodujera la situación de agravio y de discriminación. Se barajaban dos posibilidades: la inclusión en Castilla y León, tradicionalmente La Rioja había sido parte de Castilla la Vieja, a la que se adscribía la UCD; y la creación de una gran Región Norte, compuesta por País Vasco, Navarra y La Rioja, fundamentalmente. Esta segunda opción era mantenida por sectores del PSOE y del PCE y se basaba en las relaciones socioeconómicas existentes entre las tres regiones. Sin embargo, las posibilidades de que se pudiera articular un territorio de estas características eran escasas, empezando por las reticencias de los nacionalistas vascos y por la propia idiosincrasia de cada una de ellas.
Pero, desde el interior de La Rioja comenzó a plantearse la posibilidad de ir en solitario. Los grupos sociales riojanistas y otros actores, individuales y colectivos, apostaban por una Rioja autónoma para evitar la reproducción del agravio y la discriminación, ya que tanto en Castilla y León como en la Región Norte La Rioja sería de nuevo periférica.
1977 y 1978 serán los años en los que el movimiento social de reivindicación de la identidad riojana tenga un mayor calado. Junto a la demanda del cambio de nombre y de la autonomía, otros dos acontecimientos van a marcar el proceso: la creación de la bandera riojana y la celebración de la primera edición del Día de La Rioja precedida por la campaña de recogida de firmas pro-autonomía de La Rioja. Y de fondo, como banda sonora, grupos y cantantes riojanos entre los que destacó la canción que se convirtió en emblema y símbolo de una época: 'La Rioja existe' de Carmen, Jesús e Iñaki.
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