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Utopías 8: La buena gente

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Todo lo que no mejora empeora y como parece que estas borrascas no escampan he decidido utilizar esta columna para fijarme en la buena gente de mi entorno. La idea surgió cuando con motivo de la entrega de los Premios Kilómetro Cero que este diario entregó hace pocos días, pensé que no todo son guerras, corrupciones, egoísmos, sin sabores… Que a mi lado tengo hombres y mujeres valientes, a los que no presto atención, porque no me ensordecen con sus gritos, ni me ciegan con sus rostros furibundos y sus gestos agresivos.

Son personas que trabajan ocho horas al día, cuidan a sus hijos, les quieren y les educan lo mejor que saben y pueden. Cuando son pareja, si el trabajo les permite, cambian turnos para que los niños estén con el padre o la madre y si pueden estar los dos, mejor que mejor. Cuando solo está la madre, (familia monoparental) se reparten el tiempo, si un sábado llevan a una al baloncesto, a la semana siguiente acompañan a la otra al patinaje. Adaptan, si pueden, su jornada laboral al horario escolar de las hijas y el poco tiempo libre que le queda es para compartirlo con las niñas. Vamos que ponen en práctica aquello de la escuela enseña, la familia educa.

Conozco también a otra familia que tiene a sus dos hijos en la Universidad. El mayor aquí en Logroño, el pequeño fuera. Como son jóvenes responsables y buenos estudiantes, tienen sus becas correspondientes. Aun así, los padres trabajan de sol a sol, no les queda otro remedio, son trabajadores de salario mínimo y piso en alquiler. No les digo más. Se lo pueden imaginar. No me olvido de tres mujeres ya jubiladas. Una con más de ochenta años. Las otras con setenta y muchos. Qué envidia me dan, qué lucidez mental la que tienen. Sus estudios son básicos y sus trabajos fuera de casa han sido de celadoras y limpiadoras. Eso sí, en centros públicos es decir, que hoy cobran pensión. No todas las de su edad pueden decir lo mismo, porque aunque hayan trabajado igual que ellas; trabajar y cotizar en las empresas no ha sido lo más común, hasta hace pocos años. Bien, pues esta gente normal y corriente, como la mayoría de los vecinos de este país, tenemos que ocuparnos de montar la oficina en casa, para cumplimentar los trámites burocráticos de las administraciones, y/ o recurrir a otra buena gente para que nos haga esas tareas. Además, como los «bulos» pululan por doquier, tenemos que aprender a distinguirlos de las informaciones veraces y contrastadas… ¿Y qué más? ¿Se puede pedir más? ¿De dónde quieren que saquemos el tiempo?

Estas personas de a pie, son las que necesitan un «estado social y democrático de derecho», son las que debieran figurar en la mente de nuestros representantes y en sus proyectos a corto, medio y largo plazo. Ya ven que no es así, es otra utopía (y van ocho). Como de los héroes de a pie, no se acuerdan, ni conocen sus situaciones diarias, se dedican al cacareo, a promulgar insultos, falsedades, locuras… Aderezado todo ello con imágenes de guerras, bombardeos, muertes, violencias… Es verdad que todo eso existe, pero no es lo único que existe.

Por eso cuando le dieron el premio 'Haciendo Comunidad' a Ángel Pérez Aguilar, porque además de tener un restaurante estupendo en Casalarreina, La Vieja Bodega, se dedica a ayudar con trabajo, techo y comida a los inmigrantes que no tienen dónde cobijarse cuando llegan a su pueblo y hasta que pueden valerse por ellos mismos. Cuando reconocieron el trabajo del festival Mujeres en el Arte, que va recortando la brecha entre hombres y mujeres también en el campo de la creatividad; o en el momento en el que destacaron la valentía y espíritu empresarial de esa asociación, Menudas Bodegas, que ha recuperado patrimonio histórico y natural para elaborar buenos vinos en Badarán, Navarrete, Briones… Y por último cuando el premio Kilómetro Cero a la 'Persona del Año' va a parar a una joven de Logroño, Maria de Toro, que investiga en el CIBIR y es reconocida internacionalmente por las redes sociales, porque las usa bien para divulgar hechos y descubrimientos científicos, no puedo evitar el alegrarme porque ellos con nombres y apellidos y otros tantas personas anónimas son una bocanada de aire fresco, entre tanta bazofia como pulula en el mundo.

Habrá quienes, si han llegado hasta aquí, dirán:esta tía es una pelota. Están en su derecho de pensar lo que quieran, pero yo también me acojo a mi derecho de expresar lo que siento y lo que pienso: VIVA LA BUENA GENTE.

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