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El riesgo del éxito

México tuvo el miércoles una jornada histórica en los Juegos Panamericanos de Lima. Sus 4 medallas de oro en el Raquetbol, con Paolo Longoria a la cabeza, lo han lanzado ya a 26 metales áureos con cuatro días más de actividades.

Su mejor marca en unos Juegos en el extranjero era de 1995, en Mar del Plata con 23 oros. En 2015 en Toronto ganó 22. Nadie podrá negar que la cita en Perú ya es un éxito para el deporte mexicano que, además, está a siete medallas de superar el total de las que obtuvo en la cita canadiense cuatro años atrás.

Y a esto hay que sumarle lo del año pasado en Barranquilla. México superó por 30 oros a Cuba y por 53 a Colombia que era local. Se fue con 341 medallas y con el primer lugar del medallero de los Juegos Centroamericanos y del Caribe.

El éxito reciente del deporte mexicano es innegable, pero al mismo tiempo altamente peligroso para lo que viene. El próximo año serán los Olímpicos de Tokio y las actuaciones más recientes no pueden ni deben confundir a nadie.

México está muy poco acostumbrado al éxito deportivo. Nuestra historia no permite que nuestros parámetros sean demasiado altos y, casi por naturaleza, existe una tendencia a sobredimensionar resultados independientemente de si es para bien o para mal.

Nadie puede poner en duda el increíble esfuerzo de cada uno de los medallistas en Lima; tampoco su capacidad para competir ni su posibilidad de ganar. Pero es muy importante dimensionar cada resultado, sobre todo cuando es bueno, para no confundirse o nublarse. Tener claro que algunas de las disciplinas que más medallas dieron en Perú, ni siquiera son olímpicas.

Los resultados últimos tampoco pueden esconder los problemas o las deficiencias que enfrenta el sistema deportivo mexicano a nivel federado.

Raúl González, campeón olímpico en Los Ángeles 1984 y ex dirigente nacional del deporte mexicano está en Lima cubriendo los Panamericanos para ESPN. Ayer en una plática definió la política deportiva en nuestro país como “simples ocurrencias”. En una intervención al aire, al analizar el por qué los éxitos de México suelen ser siempre casos individuales, entre otras razones expuso “los dirigentes hemos quedado a deber.”

En las últimas semanas se ha hablado mucho de la reducción al presupuesto federal en materia deportiva. Se citó a comparecer a Ana Gabriela Guevara, titular de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) para hablar de su actual administración y algunas supuestas irregularidades.

La propia Ana intercambió tuits con el titular de la Comisión del Deporte en la Cámara de Diputados, Ernesto D´Alessio, por los resultados que obtuvo el equipo de clavados en Lima. Los cuales, por cierto, si bien lo dejaron como el que más medallas levantó en estos Juegos, también lo pusieron por debajo del número de oros obtenidos en esta disciplina en los dos últimos Panamericanos.

Pero ni en la comparecencia de Guevara frente a los legisladores, ni tampoco en el soez intercambio de tuits entre los mencionados; mucho menos en la última “ocurrencia” -para seguir con la idea de Raúl- que tuvo el presidente Andrés Manuel López Obrador para sacarse de la manga los recursos con los que piensa apoyar a los atletas que estuvieron en Lima, se han debatido ideas que permitan trazar la política deportiva que México piensa seguir en los próximos años.

¿Y para qué? será lo que piense la mayoría. Si venimos de ganar el año pasado Centroamericanos y de tener la mejor actuación histórica en unos Panamericanos fuera de nuestro país.

Por eso el éxito, y más cuando se está tan poco acostumbrado a él, implica muchísimos riesgos.

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