Hands off
Se le han llenado a Donald Trump las calles de las grandes ciudades de USA de cientos de miles manifestantes –más de medio millón– reclamándole que quite sus manos –Hands off– de las deportaciones, de los derechos civiles, de las agencias de la administración federal y en general de las instituciones de la democracia norteamericana. También exigían al Partido Demócrata que salga de su resignación temerosa y haga algo.
En vísperas los mercados también se habían manifestado a su manera y le habían reclamado que quitase sus manos del comercio mundial. El dinero ya no está tan feliz como se le veía tras la victoria electoral de su candidato en noviembre. Cuando corría alegremente el champán por Wall Street y Jeff Bezos o Elon Musk se acicalaban para la toma de posesión presidencial en Washington siendo mil millones de dólares más ricos cada día. Para ser gente tan bien informada cuesta entender qué pensaban entonces que haría Trump y qué piensan ahora que será capaz de hacer.
Nuestras calles también se han llenado de manifestantes. Buenas gentes a las que ahora mismo les preocupa Trump y sus aranceles, seguro. Pero les inquieta aún más que, como en los noventa cuando los intereses estaban en el 16%, o como en los dos mil, cuando había que dedicar el 60% de la renta, o como durante la Gran recesión, la vivienda siga siendo un artículo de lujo y una condena al mismo tiempo.
Las calles de España se llenaron de manifestantes que reclaman a especuladores, empresas y grandes tenedores que quiten sus manos del negocio de la vivienda y a los gobiernos y a las oposiciones que se apliquen a convertirla en una batería de políticas públicas que afronte las raíces de un problema que arrastramos desde la transición: falta de oferta extensiva de vivienda pública, renuncia al uso del planeamiento urbanístico para gestionar la morfología de ciudades y villas, negativa a aplicar los instrumentos de regulación porque tiene prioridad castigar al gobierno, mal uso de los incentivos fiscales, agujeros negros de dinero negro o voracidad sin límite ni control de las entidades bancarias. Tienen donde elegir para empezar.
Se han movido los gobiernos como rayos para proteger con miles de millones a los exportadores a USA porque supone riqueza y puestos de trabajo y han hecho muy bien. Pero también la vivienda accesible aporta riqueza y puestos de trabajo y no se han movido ni se mueven tan rápido ni con los mismos miles de millones. Se pueden gobernar dos cosas a la vez. Ha sido demostrado científicamente.
No acaban aquí las gentes que quieren que se quiten las manos. En Galicia miles de personas habían salido antes en A Pobra do Caramiñal para gritar NO a la macrocelulosa de Altri en Lugo y salieron el domingo a las calles compostelanas, a pedir también “Hands off” de una sanidad que sigue agotada y extenuada después del esfuerzo sobrehumano que les exigimos desde la pandemia. El mismo gobierno popular de Alfonso Rueda, que anuncia a bombo y platillo rebajas fiscales de más de seis mil euros para los 8.810 gallegos suficientemente ricos como para pagar el impuesto de patrimonio, no sabe, o no quiere o no puede contratar el personal y los recursos que reclaman a gritos la atención primaria y las listas de espera mientras el conselleiro de Sanidade nos revelaba que la solución era que los mayores manejan el internet “que te cagas”. Cuestión de prioridades.
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